Más de 2.500 años de historia carga a sus espaldas la ciudad de Gijón. Siempre fue abierta al pensamiento y al mar, a la modernidad y a la tradición. Mientras mantenía y mantiene su vocación industrial, dejó que el dinero que ésta le proporcionara, sirviera en parte para fomentar las artes y la cultura que complementaban su crecimiento como gran ciudad asturiana. Luego llegó el turismo, y los gijoneses supieron hacer acopio de sus tesoros para mostrarlos al visitante.
Nosotros dejamos nuestro vehículo en un parking céntrico, que ya se sabe que las grandes ciudades son escasas en espacios de aparcamiento, y nos echamos a andar con tranquilidad y los ojos bien abiertos para disfrutar de la ciudad. Para conocer sus orígenes y recorrerla conociendo sus mejores rincones, recomiendo la visita guiada por Gijón
Lo primero que nos sale al paso es el Teatro Jovellanos, inaugurado en 1899 como Teatro Dindurra, en pleno centro de la ciudad y digno de una urbe en crecimiento, próspera y rica. A el podían acudir de una vez hasta 1.300 espectadores para disfrutar de la ópera, el teatro, la música sinfónica o los bailes. Pero tras los bombardeos de la Guerra Civil, el primitivo teatro queda reducido a escombros en el 37. Como un fénix de sus cenizas, renace el teatro, siendo ya definitivamente el Jovellanos, en el verano de 1942.
Más adelante, y siempre siguiendo nuestra ruta hacia la Cimadevilla, encontramos la Iglesia Basílica del Sagrado Corazón, edificada por los jesuitas entre 1918 y 1922, en los terrenos donados por la familia Zuláibar. Al haber sido planificada por dos arquitectos, presenta dos estilos, el modernismo gaudiano y el neogótico. Parcialmente destruida por las turbas de la Guerra Civil, este templo que lleva las mismas piedras de la cantera del Naranco, como las de Covadonga se mantiene hoy más joven que nunca entre las intrincadas calles del centro de la ciudad.
Un par de calles más y pasamos frente al Museo Barjola, instalado en el complejo de la casa-palacio de Jove y su capilla adyacente. De ambos apenas se conserva su histórica fachada, ya que el resto se rehabilitó para albergar la colección permanente del artista asturiano. La capilla es un maravilloso ejemplo del barroco gijonés del siglo XVII y en su interior se muestran exposiciones temporales de escultura.
Llegamos ahora al corazón de la Cimadevilla, que es la Plaza del Marqués de Revillagigedo. Su centro lo marca el monumento al rey Don Pelayo, que desde 1891 preside este espacio, con su cruz levantada simbolizando el triunfante cristianismo y la mirada puesta en el mar. Según se dijo en su momento. el material con el que se fundió tanto la estatua como los demás elementos que adornan la base de la escultura, provenía de los cañones incautados a los marroquíes en la guerra de 1860.
Compartiendo el protagonismo en la plaza encontramos el Palacio de Revillagigedo, con una preciosa fachada barroca y su colegiata anexa. Se levantó la mansión en el siglo XVIII a partir de una torre medieval que vigilaba la entrada del puerto y que formaba parte de las murallas de defensa de la ciudad, para más señas la que vemos a la derecha de la imagen.
Entre los ilustres visitantes en su época de mayor esplendor destaca la mismísima reina Isabel II, que quedó prendada de la belleza del edificio y las vistas que desde sus almenas abarcaban toda la costa gijonesa. Desde 1991 y tras un proceso de larga restauración, se convirtió en Centro Internacional de Arte.
Por su parte, la Colegiata de San Juan Bautista se construyó quince años más tarde que el palacio, y financiada por el prior de la catedral de Oviedo, que era tío del marqués. Poco iba a imaginarse el clérigo que la capilla que fue sede parroquial, tendría una acústica tan perfecta que se convertiría en sala de conciertos.
Frente a ella se encuentra la actual Oficina de Turismo de Gijón, en la conocida como Casa Paquet. El edificio, fue mandado a levantar por los herederos de Luis Paquet, empresario marítimo gijonés originario del sur de Francia en 1918. Destaca su preciosa torre con un balcón esquinado que mira al mar que dio la riqueza a la familia y una rica decoración exterior.
Seguimos subiendo hasta llegar a lo más alto del Cerro de Santa Catalina, donde se localiza la Batería Alta, ideada para la defensa de la ciudad y que nunca llegó a funcionar. Pero el visitante sube hasta aquí para admirar la escultura "Elogio del Horizonte".
El genial escultor vasco Eduardo Chillida, tras años de incesante búsqueda, encontró el lugar perfecto donde instalar una obra que le rondaba por la cabeza desde hacía décadas. En 1990, y utilizando el hormigón como materia prima por su aspecto terroso y rudimentario, conectó la tierra con el arte en este monolito de 10 metros de altura en forma de pórtico.
500 toneladas es el peso total de una estructura que simboliza el límite de lo insondable, el de la tierra y el cielo, y lo enmarca usando un material creado por el hombre, el hormigón, para glorificar y elogiar ese horizonte que es el del hombre y la tierra.
Por otro lado, las vistas desde el Cerro son también dignas de elogio, ya que desde arriba podemos observar el promontorio del Rinconín y el Paseo del Litoral, con sus zonas residenciales y el edificio del Sanatorio Marítimo.
Bajamos ahora al nivel del mar para contemplar las vistas de la Playa de San Lorenzo... Y encontrarnos con la Iglesia de San Pedro, patrón de la ciudad desde 1630. De la primitiva iglesia del siglo XV apenas quedan la torre y el pórtico, ya que fue gravemente dañada durante las ya nombradas revueltas de la Guerra Civil, así que lo que ahora vemos es un templo de 1955 con una mezcla de prerrománico, gótico y neoclásico.
En aquel primer templo fue bautizado Jovellanos, del que luego hablaremos, y el actual, que parece fundirse completamente con el mar, es el favorito de los gijoneses para celebrar sus bodas y bautizos. A dos pasos se halla el Museo de las Termas Romanas, que desgraciadamente cerraba ese día. Una pena, porque este espacio subterráneo se conservó para que el visitante tuviera un conocimiento amplio de los baños romanos en la época en que Gijón era conocida como Gigia. Para que no quepa duda de que todo el Cerro de Santa Catalina fue de dominio romano, el terreno donde se encuentran, el jardín del Campo Valdés, está presidido por una escultura del Emperador Octavio Augusto que comandó las legiones que llegaron a Asturias.
Un poco más adelante en nuestro camino, se levanta el Museo Casa Natal de Jovellanos, construida en el último cuarto del siglo XVI. Lugar de nacimiento y crianza de este escritor y pensador gijonés, muestra un extenso catálogo del arte asturiano de los siglos XIX y XX, además de muebles, objetos y maravillosas obras de arte que pertenecieron a la familia.
Pared con pared, el antiguo hospital de peregrinos guarda la capilla de Nuestra Señora de los Remedios, donde descansan desde 1940 los restos mortales de Jovellanos.
Casi dejando atrás la Cimadevilla, pasamos por la Plaza Mayor, un rectángulo donde los habitantes de la ciudad han tenido y tienen un espacio público para reunirse en festejos, reivindicaciones y alegrías. La plaza. del año 1852, es sede de mercados de artesanía, ferias, pregones, conciertos y concursos, además de ofrecer exquisitos lugares de tapeo.
Y no olvidemos, por supuesto, que en ella tiene su sede el ayuntamiento de la ciudad, un precioso y elegante edificio de tres plantas que aunque renovado y reformado ha conservado siempre su aspecto original.
Vamos a bordear ahora la Playa de San Lorenzo por el llamado Paseo del Muro, un delicioso recorrido que es un muestrario perfecto de los cambios en la arquitectura de la ciudad. Un buen ejemplo de ello es el edificio de la Antigua Pescadería, construido entre 1928 y 1930, en sustitución de uno anterior. Son 1.100 metros cuadrados los que alojaban 126 puestos de venta de pescado a los que se sumaban otros 16 de marisco en la planta del sótano. Hoy es sede de oficinas del Ayuntamiento de Gijón.
De todos los edificios que bordean el paseo, me quedo sin duda con uno de los favoritos de los propios habitantes de la ciudad, en estilo modernista y del arquitecto Manuel del Busto. Levantado como vivienda para el industrial Celestino García en 1903, muestra una preciosa cúpula mirador en el llamado gusto "japonesista", además de magníficos relieves, molduras y medallones que siguen la inspiración del modernismo belga.
Es desde este punto donde podemos obtener la imagen más conocida y difundida de Gijón, la del Cerro de Santa Catalina adentrándose en el mar con la iglesia de San Pedro en primer plano.
Y siguiendo el Paseo del Muro disfrutamos del mar, que hoy está con la marea en toda su plenitud, por lo que no podemos ver la rubia arena de la que normalmente disfrutan los gijoneses.
Para despedirnos de la ciudad dos imágenes de edificios singulares. Uno de ellos lo es no sólo por su tamaño y situación, sino también por ser de las primeras mansiones del Paseo del Muro. Les hablo del principal inmueble del llamado "martillo de Capua". Construido en 1888 por el entonces alcalde de la villa Alejandro Alvargonzález para su esposa Anne Treacher, hija de Sir Benjamin Treacher, da a dos calles, por un lado Capua y por otro a Ezcurdia, frente a la Playa de San Lorenzo. La idea ya venía de lejos, ya que Gijón aspiraba a ser sede balnearia a semejanza de San Sebastian o Santander y atraer a nobles y burgueses. Hoy, y tras salvarse de varios intentos de demolición, la ecléctica mansión sigue resistiendo al paso del tiempo y el ataque de los elementos.
El otro edificio se sitúa en la Calle San Bernardo, poco antes de llegar al Paseo de Begoña, con unos magníficos y luminosos balcones acristalados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario