De Allariz nos vamos a un lugar cargado de historia y magia, el diminuto monasterio de San Pedro de Rocas.
Se sabe a ciencia cierta que este apartado y encantador lugar, fundado por cinco monjes en el año 573, ya había sido lugar de retiro y contemplación para otros que a ellos lo legaron a sabiendas de su valor espiritual religioso. Según los estudiosos, San Pedro es uno de los monasterios cristianos más antiguos de España y con gran probabilidad de Europa.
Abandonado durante un siglo debido a los continuos ataques por parte de las tropas musulmanas, en el IX un caballero llamado Gemondus descubre el lugar y decide quedarse junto con con otros que lo nombraron abad. Formalizada la comunidad por el rey Alfonso III, los cobija bajo la capa de la orden benedictina, concediéndole algunos privilegios.
Durante algunos siglos, la historia del monasterio sigue su curso sin apenas cambios, hasta que en el siglo XVII un voraz incendio destruye totalmente el primitivo asentamiento religioso, y obliga a levantar las estructuras que vemos hoy. Levantado en barroco gallego, para la nueva construcción se aprovecharon materiales del antiguo cenobio. Lo que fue la casa rectoral es hoy un pequeño pero interesante museo religioso- etnográfico que nos muestra la vida monacal y varios oficios propios de la zona donde se asienta, tales como el de cordelero. agricultor o alfarero.
Entre este edificio y la iglesia, en el suelo, encontramos unas sepulturas que parecen colocadas de cualquier manera, sin embargo todas están orientadas hacia el sur. Las costumbres y reglas de la orden dictaban que cada uno de sus miembros debía tallar su tumba antes de morir, por lo que casi podemos imaginarnos estas ocho fosas siendo excavadas por sus futuros ocupantes.
Entremos ahora a la capilla, que fue directamente labrada en la roca, con tres naves que de nuevo presentan un suelo abarrotado de tumbas abiertas y excavadas en la roca viva.
Pero también debemos hablar de las clases sociales, ya que en el interior sólo podían descansar eternamente los abades de la orden y los nobles de la zona (que para eso donaban a manos llenas), por lo que las sepulturas más ricas y adosadas a las paredes, pertenecen a aquellos que en vida se preocuparon por dar a los monjes una vida lo más cómoda posible y que con ello sólo tuvieran que preocuparse en rezar por la salvación de sus protectores.
En la nave central, es donde realmente percibimos el hecho de que la iglesia está excavada en la roca y es lo que nos da una idea de la austeridad que pretendía mantener la comunidad de monjes.
Tras pasar el arco que une la iglesia con el campanario del siglo XV, que se encuentra situado a 14 metros de altura, encontramos los restos de un pequeño cementerio mucho más contemporáneo del que se conservan varios nichos. Más reciente es la adición de una escultura que, sinceramente, no tiene mucho sentido en el lugar.
Debemos ahora bajar por un camino que nos interna en el bosque...
Por él llegaremos a la conocida como Fuente de San Benito que tiene la virtud milagrosa de hacer desaparecer las verrugas...
Hay una leyenda que cuenta que entre el monasterio y esta fuente hay un pasadizo secreto con un obstáculo a mitad de camino, una viga de oro. Pero pobre del que intente robarla y sacarla de su emplazamiento, porque al momento quedará convertido en una figura de alquitrán. Al mirar esta babosa me pregunto si estará en proceso de transformación por tocar la legendaria viga...
Y desde aquí emprendemos un largo camino que nos llevará a uno de los rincones más apartados de los recorridos que suelen hacerse por Orense. Les hablo de As Ermidas.
Localizado en un recodo del río Bibei, donde el curso de agua ha labrado un precioso y estrecho valle, el santuario se asienta sobre una roca natural, rodeado de casas que conforman una pequeña aldea que una vez al año se ve desbordada por los peregrinos.
Los orígenes del lugar está relacionados con las invasiones musulmanas, ya que según cuenta la leyenda, la Virgen (cuya talla puede haberse realizado en el siglo VII) fue escondida en una cueva de la montaña para evitar su expolio por parte de los ejércitos infieles.
Los pastores que recorrían el valle, vieron como al pasar ante la cueva sus ovejas enfermas sanaban inmediatamente, por lo que entraron en ella y encontraron la imagen sagrada. Esto ocurría en el siglo XIII. Se le construyó una capilla para que pudiera ser visitada, ya que su fama de milagrera corría como la pólvora. Más adelante, y gracias a su interseción, sanó también el obispo de Astorga, que en acción de gracias ordenó levantar el templo que hoy vemos.
Colocada bajo la protección de los obispos de dicha ciudad, se construyó la magnífica iglesia y las residencias aledañas en el siglo XVIII en estilo barroco, completando el conjunto con un precioso Vía Crucis de catorce capillas. El último gran milagro de la Virgen tuvo lugar a principios del siglo XX, cuando la montaña en la que se asienta su templo se vino abajo, destrozando gran parte del pueblo y un valioso puente medieval. El santuario, sin embargo, no sufrió daño alguno.Llegamos ahora a uno de los miradores más conocidos de la Ribeira Sacra, el Balcón de Madrid. Para llegar hasta él nos dirigimos a Parada de Sil, donde dejamos nuestro coche y caminamos durante unos minutos entre huertos y bosques.
El nombre del mirador no hace referencia a que desde él pueda verse la capital de España, sino a que durante los duros tiempos de la emigración las mujeres de la zona acudían a este punto para despedir a sus maridos que iban a Madrid en busca de un futuro mejor,
Lo curioso es que el balcón mira hacia el norte y no al sur que es donde se sitúa la capital por todos ansiada. La razón del nombre entonces viene dada por la expresión " Se va para Madrid" aunque luego se dirigiera a otras ciudades como Santander u Oviedo.
Frente a nosotros las montañas que ya pertenecen a Lugo. Los emigrantes descendían por las pendientes escarpadas gracias a senderos y caminos entre rocas y arbustos, cruzaban el río en un bote y al otro lado, tras duras jornadas de viaje tomaban el tren que les llevaría a su destino.
De camino a la ciudad de Orense, siguiendo la carretera que discurre por las orillas del río Sil, nos encontramos con una obra de ingeniería humana realmente curiosa, la presa de Santo Estevo y su plano inclinado.
Más de 2.000 hombres ( presos en su mayoría) y 10 años de trabajo fueron necesarios para levantar este embalse que aprovecha un estrechamiento del cauce para controlar sus aguas. Desde arriba no parece una presa grande, sin embargo son 120 los metros de su altura y 167 los de su ancho, para los que fueron necesarias 10.000 toneladas de acero y 150.000 de cemento.
En este punto, pero mirando a nuestras espaldas podemos ver el conocido como funicular o plano inclinado. una rampa que salvaba la distancia e inclinación desde el lecho del río donde se realizaban las obras de la presa y el pueblo de A Rasa. Gracias a este ingenio de 500 metros de largo, tanto trabajadores como materiales podían ser transportados con facilidad, sin importar la pendiente del recorrido.
Y amanecimos en la capital de la provincia de Orense. Si tenemos poco tiempo en la ciudad recomiendo contratar la visita guiada por Orense que incluye la visita a su catedral.
Muy temprano nos echamos a la calle para conocer brevemente sus rincones más atractivos, antes de que la ciudad despertara a la vida. Nuestro punto de partida es la Plaza del Hierro, considerada uno de los núcleos culturales de la ciudad, ya que en los edificios que la rodean nacieron o vivieron grandes escritores de la cultura gallega. Pero no siempre fue así, ya que nació como encrucijada de caminos y mercado de útiles de labranza, que le dieron su nombre. En el centro se encuentra una fuente que en su origen adornaba el claustro del monasterio de San Esteban de Ribas de Sil, y que se trajo aquí tras la Desamortización.
Tomamos la Rúa das Tendas que está cortada en el aire por un puente que sirve, con sus escalinatas, de acceso a la catedral desde la plaza de San Martiño.
Al final de la calle encontramos la Plaza Mayor, a la que volveremos ahora. Primero quiero enseñarles un rincón un poco escondido pero que es vital para la ciudad. Les hablo de As Burgas. Este recoleto lugar es considerado el inicio no solo del termalismo en Ourense, sino también de su propio nombre, ya que los romanos levantaron su primer campamento en los alrededores del manantial, llamándolo Aquis Aurienses o Aguas de Oro, de donde proviene el Orense actual.
En la actualidad el agua sigue manando, como lo ha hecho durante siglos, a una temperatura de 60º. En el terreno y en sus alrededores se han encontrado restos de santuarios anteriores a la romanización y los cimientos de varias casas de baño romanas. A lo largo de los siglos, los manantiales fueron protegidos sobre todo por la iglesia, ya que contribuían a evitar la peste y otras enfermedades y eran lugar de descanso y alivio de los peregrinos a Santiago.
A su alrededor se instalaron oficios variados, como lavanderas, panaderos y curtidores, que aprovechaban las calientes aguas salidas de la tierra. Más adelante se construyeron fuentes y piscinas para un mejor aprovechamiento del líquido por parte de la población.
Alma indiscutible de la ciudad durante siglos y aún ahora, la luz del sol parece acariciarla e iluminarla, resaltando sus pórticos y balcones mientras se levanta el día.
Una de las peculiaridades de la plaza es que es de las pocas que tienen el suelo inclinado y que parece dirigirnos hacia el edificio del ayuntamiento, que curiosamente es el único lado que no tiene soportales.
Los otros tres lados sí que comparten diseño y se conocen como el Espolón, por donde paseaba la nobleza bajo los arcos de sus casas de los siglos XVIII y XIX y donde hoy se ubican las terrazas más animadas del centro.
A un lado del ayuntamiento se encuentra el antiguo Palacio Episcopal, que flanquea las escalinatas que suben hasta la iglesia de Santa María Madre, templo barroco levantado en los terrenos de la primera catedral de Orense y del que se aprovecharon algunas columnas y capiteles que podemos ver en su fachada.
A su izquierda aparece la Plazuela de la Magdalena, donde quizá en su momento se pensó construir un claustro. Siglos atrás se encontraba aquí una capilla dedicada a la santa que le da nombre. También es curioso el hecho de que donde ahora se levanta y en los terrenos que ocupan los edificios colindantes se hallaba un cementerio, tal y como podemos ver por las lápidas que se conservan en los muros de la iglesia.
Una vez retiradas las tumbas, el espacio de convirtió en mercado de frutas y verduras. Otra curiosidad es el crucero de granito, datado en 1.718, con unas preciosas figuras de Cristo, la Dolorosa y los cuatro evangelistas. El suelo es de cantos rodados, tal y como es el de otras plazas de la ciudad, debido a la abundancia de este tipo de piedras en los ríos.
Llegamos a la Plaza del Trigo, antiguo mercado de cereales, cerámicas y plateros, y que hoy es marco de la fachada sur de la Catedral.
El acceso al templo más importante de la ciudad se realiza por este lado, ingresando a la nave al pasar por debajo de la preciosa puerta decorada con unas delicadas arquivoltas.
Esta puerta tiene su gemela en el lado opuesto, el norte., que aunque ligeramente diferente mantiene el mismo tipo de decoración.
Destaca sobre todo su cimborrio tardo-gótico del siglo XVI, elegante y muy hermoso, así como la torre del reloj, encargada de marcar las horas con su campana.Al otro lado, la Torre de las Campanas, que con sus 40 metros de altura ofrece a quien suba a ver sus ocho campanas una vista inolvidable de la ciudad.
En la Plaza de Santa Eufemia encontramos la preciosa iglesia del mismo nombre, construida en un principio como parte de un colegio jesuita, en lo que se conoce como barroco gallego. La forma cóncava en su fachada quizá haya sido un ingenioso recurso para dar mayor monumentalidad al templo, ya que está literalmente encajado entre las callejuelas que lo rodean.
Siguiendo el camino por su derecha llegamos a los Jardines del Padre Feijóo, espacio verde urbano donde se colocaron dos esculturas de gran interés. En el centro la escultura de unos de los mayores representantes de la Ilustración española y que da nombre a los jardines. Tiene la gloria de ser la primera escultura que se erigió en la ciudad.
Fuera de la plaza encontramos un fauno que cabalga a lomos de un búho, en homenaje a la niñez, la fantasía y el mundo del cómic, al que tan aficionados son los orensanos.
Por la Rúa de Paseo vamos llegando al final del recorrido, no sin antes encontrarnos con otra escultura que parece cruzar la calle. Se trata de un merecido homenaje a las lecheras, que cada día venían del campo a la ciudad, a pie o en burro, para vender la leche de puerta en puerta. Su declive y desaparición se produjo a partir de los años 60 cuando llegó al mercado la leche embotellada.
Nos despide de la ciudad el Parque de San Lázaro, nuevo corazón de la ciudad moderna, rodeado de edificios administrativos y comerciales. Fue en un principio solar de un hospital de peregrinos y lazareto y en su centro encontramos una bonita fuente barroca procedente del monasterio de Oseira.
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