viernes, 4 de agosto de 2017

New York, New York (IV)

El Rockefeller Center fue en su momento el primer complejo integral de viviendas, oficinas, tiendas, e incluso un teatro ( El Radio City) que se levantaba en una gran ciudad. Pero también simbolizó y lo hace aún hoy en día el coraje y la fuerza de aquellos grandes empresarios y magnates hechos a sí mismos.






Lo realmente curioso es que su potentado constructor, el rey de petróleo de aquella época J.D. Rockefeller, iba a construir el Metropolitan Opera, pero renunció rápidamente por la crisis de la Bolsa, aunque al poco tiempo reunió a un grupo de arquitectos, 30 artistas y unos 225.000 obreros y los puso a trabajar a destajo para levantar el conjunto de los 14 edificios de usos múltiples que ahora podemos disfrutar.






La estrella del conjunto es el edificio de General Electric y su precioso mural art deco " Wisdom and Knowledge". La elegantísima torre se levanta hasta los 259 metros de altura y a sus pies encontramos varios símbolos que se han ido añadiendo al conjunto, como la delicada y dorada estatua de Prometeo de Paul Manship, que preside la famosa plaza de Sunken Garden donde ha patinado todo Nueva York, o los Channel Gardens entre el British Empire Building y la Maison Française, para descansar del ajetreo mientras se abre los ojos ante el precioso friso de Hermes.






No olvidemos que entre el Prometeo y el edificio de la General Electric colocan el gigantesco árbol de navidad que es tan cinematográfico y que hemos visto en decenas de películas americanas.
Cerca, Atlas, con unos 1.800 kg de bronce a sus espaldas, se alza a la entrada del International Building, y aunque es el más conocido, hay otras 12 esculturas de su creador, Lawrie, dentro del complejo entre las que está los relieves que he mencionado de Hermes y el mural "Wisdom".





Actualmente el conjunto está considerado Monumento Nacional y lo frecuentan unas 250.000 personas al día, ya sea por la superficie o por las venas del complejo que forman varios pasillos subterráneos que conectan los edificios del conjunto que es ya centro del Midtown, radiante de luces y actividad a cualquier hora.
Curiosidades tiene muchas, como el busto de Lenin creado por Diego Ribera y sustituido por el de Abraham Lincoln que era menos comunista, o el llamado Baile del Abeto que se celebra cada año la semana después de Acción de Gracias, cuando el gigantesco árbol de Navidad queda solemnemente plantado en el mismo corazón del Rockefeller Center.










Sin duda, uno de los lugares más elegantes de Nueva York.

Localizada entre Broadway y la Octava Avenida, la Iglesia Católica de St. Malaquías fue levantada en 1902, y aunque los años han visto numerosos cambios en el barrio donde se encuentra el templo, la iglesia o mejor la institución, sigue siendo una parte activa, integral de la comunidad, quizá la más dinámica, la más inusual. Al principio sólo era un templo más, un lugar de culto como otro cualquiera en la ciudad de los rascacielos y de repente, actores, bailarines, músicos, artesanos y turistas fueron llenando los asientos, reemplazando a los miles de fervorosos feligreses de a pie que St. Malaquías había visto entrar para orar en años anteriores.





Afortunadamente, los sacerdotes que han regido el lugar han sido hombres y mujeres de su época, y así, se adaptaron a sí mismos y a la propia iglesia para satisfacer las necesidades de sus nuevos feligreses. Misas, confesiones y otros servicios religiosos fueron reorganizados para dar cabida a los rigores de los horarios de teatros y discotecas.
Pronto San Malaquías se hizo famosa por ser refugio de culto para la comunidad del 'show business'. Así Dowglas Fairbanks se casó con Joan Crawford ante su altar, el homenaje de miles de personas a Rodolfo Valentino atascó la calle 49 durante horas y actores como Spencer Tracy, Irene Dunne, Bob Hope o Ricardo Montalbán se confundían con el resto de feligreses durante las misas.





A finales de 1968, se batió el récord de asistencia a las misas de San Malaquías, con más de 16.000 asistentes al mes, un hecho de gran importancia si tenemos en cuenta las reducidísimas dimensiones de esta capilla más que iglesia.
Lo que ocurrió a partir de aquí fue un desastre, ya que el Madison Square Garden que estaba casi a su lado se trasladó a su emplazamiento actual, cerraron los clubs de variedades, y en su lugar aparecieron "salones de masaje", sex shops y todo el mundo de prostitución y drogas que trajeron consigo se adueñaron del barrio.





Los actores y turistas ocasionales dejaron de acudir a la iglesia y los robos y el vandalismo también se ensañaron con ella.
Pero en 1978, hubo un cambio en la parroquia que dio un giro radical a la institución. No sólo hombres y mujeres de religión católica, sino de otras que veían en la iglesia un símbolo que debía ser cuidado, preservado y protegido pusieron en marcha un plan que resultó ser todo un éxito.
Poco a poco y ayudados por el plan de limpieza social que emprendieron desde la alcaldía de la ciudad, el barrio volvió a su antiguo esplendor y con ello regresó todo el tropel de la gente del espectáculo y los turistas mitómanos y curiosos que antes pasaban por la zona de largo y que ahora volvían a frecuentar la iglesia.





Cuando un visitante entra, siempre lo hace con la esperanza de ver a uno de esos famosos que actúan en los cercanos teatros de Broadway, ya que parte de su encanto reside en que también permanece abierta hasta altas horas de la noche, para que los grandes y pequeños genios del espectáculo puedan encender velas y pedir éxito para sus representaciones.
San Malaquías sigue siendo un símbolo de fe, esperanza y amor, viviendo el mensaje del Evangelio, entre el ajetreo y bullicio de Times Square, pero eso si, con el toque de glamour y fama que sólo los actores pueden y necesitan darle.

Nos acercamos ahora Times Square. Luces de neón, gigantescas pantallas led que promocionan mil y un productos, servicios y placeres y cuya potencia hace que sea totalmente innecesario el uso de farolas en toda la plaza, pasos apresurados, bocas abiertas por la sorpresa y miles de cámaras de fotos y vídeo que quieren inmortalizar el momento sagrado en el que sus dueños se encuentran en ese lugar soñado, en ese corazón de la Gran Manzana que tantas veces han visto en películas, revistas y del que tanto han oído hablar.







Pero no siempre fue tan espectacular y con tan buena imagen. En los años 60 abundaban los sex shops, los peep shows y los personajes extravagantes que se codeaban con prostitutas y yonkis. Ahora en cambio su imagen es más pulida, sobre todo después del cambio radical, el lavado de cara que se le dio a la ciudad en 1990. No perdió nunca su inconfundible imagen teatral, sobre todo el fin de semana, cuando se llenan las calles y todo el mundo se apresura para no llegar tarde a cualquiera de las funciones que se representan en Broadway.




Hoy en día es un lugar de intercambio de imágenes, de ideas, de sensaciones, pero antes lo fue de intercambios comerciales hasta la llegada del metro en 1904. El metro y el periódico New York Times, que bautizó la zona que antes era conocida como Long Acre Square, y que instauró la mega famosa fiesta que se viene celebrando cada 31 de diciembre y que se ha convertido en imagen inseparable de Nueva York.






Esta " Encrucijada del Mundo" como han tenido a bien bautizarla, tiene todo lo que las mentes y corazones más inquietos pueden desear: los estudios de la MTV con grandes cristaleras a la calle para ver a los famosos un poco más cerca, una enorme Disney Store, los grandes anuncios de marcas y tiendas de moda, las últimas noticias en carteles móviles, una pantalla donde uno puede verse en directo mientras saluda a sus familiares o presencia la grabación del conocido Good Morning América.






Cada año acoge a más de 26 millones de turistas que vienen a disfrutar de todo eso y de los mega teatros como el Ford Center o el New Amsterdam, o simplemente a pasear por este espacio que realmente es triangular y no cuadrado....
Times Square seguirá siendo la fuente de información y ocio más descarada que se haya visto jamás, y sencillamente no hay otra plaza pública en el mundo como ella.

El Empire State Building fue el edificio más alto y grande del mundo en una ocasión y el de Nueva York en dos. Primero al colocarse la antena que coronaba el piso 102 en 1931 y segundo al caer, victimas del atentado las dos torres gemelas del World Trade Center. Eso si, no ha dejado de ser la construcción más famosa de la historia y una de las más visitadas. Cuesta pensar que su construcción se haya iniciado unas semanas antes del tristemente famoso hundimiento de la Bolsa de Nueva York y que aún con todo pudiera salir adelante y erguirse, majestuoso en el corazón de la Gran Manzana. Recomiendo comprar la entrada al Empire Sate con bastante antelación, sobre todo en verano.








Cosas de la voluntad y el tesón humanos.





La idea con la que se levantó fue la de vender o alquilar cada uno de sus apartamentos, pero fue tan difícil que se le llamo "Empty State Building". Afortunadamente siempre ha existido la curiosidad, y millones de admiradores de la Gran Ciudad, comenzaron a subir a sus miradores para tener las mejores vistas. Hoy, más de 100 millones de personas han visitado el edificio y se han llevado el que quizá sea el mejor recuerdo de Nueva York. Ya sea desde el puesto de observación del piso 86, al que generalmente llega todo visitante, o al 102, por el que hay que pagar un extra para decir que se ha estado en lo más alto, la vista puede alcanzar en los días claros una distancia de unos 125 kilómetros.










Ya desde fuera el coloso impresiona, con sus 381 metros se solía comparar con otras obras humanas colosales, como el Big Ben, la Gran Pirámide o la Torre Eiffel y a todos sobrepasaba en elegancia. Basta entrar a su maravilloso vestíbulo cubierto del más puro mármol para comprobarlo. Al frente, un relieve del rascacielos superpuesto sobre el mapa del estado de Nueva York nos hace reaccionar y dejar de pensar que estamos en un sueño, para hacernos sentir un poco como aquel King Kong de 1933, que luchaba contra los aviones de un ejército que pretendía acabar con él.
Pero sin duda lo mejor del edificio son los increíbles datos de su construcción, algo a lo que los americanos son muy aficionados.







Podemos decir, por ejemplo, que en principio sólo tenia esas 86 plantas que he nombrado antes, pero se le añadió una torre de amarre para los zepelines, que pronto se descartó por el fuerte viento que azota el punto más alto y las más de 500 tormentas eléctricas con sus correspondientes rayos y centellas. O que su armazón de acero de 60.000 toneladas se construyó en 23 semanas, junto con sus 6.500 ventanas, diez millones de ladrillos y los 200 pilares de hormigón y acero.




Son nada menos que 365.000 toneladas brutas de mole con varios ascensores de alta velocidad que suben y bajan a una velocidad de 366 metros por minuto o si se prefiere 1.860 los escalones hasta el piso 102, como hacen los deportistas una vez al año en la carrera del Empire.
Podría seguir hablando largo y tendido sobre el edificio del que sin duda, están más orgullosos los neoyorkinos, pero hay que seguir visitando la ciudad.. Aunque no puedo negar que el gran coloso se quedó con un pequeño trozo de mi corazón. Es el precio que hay que pagar por amarlo.

Madison Square Park
Casi tan antigua como la ciudad, esta zona ha existido ya desde 1686 como uno de los espacios públicos más frecuentados y populares de la ciudad. Su nombre se debe al cuarto presidente de los Estados Unidos y se bautizó en 1847 cuando fue oficialmente un parque en toda regla para los neoyorkinos. No en vano a partir de él se estructuró uno de los barrios más selectos de la ciudad con preciosos e imponentes edificios como el Fifth Avenue y ha sido mimado por auténticos magnates, como el abuelo de Churchill que construyó una lujosa residencia en sus lindes. Claro que este boom 'chic' fue explotado por el comercio, que vio cómo surgía una oportunidad de oro para abrir lujosas y exclusivas tiendas para que los adinerados vecinos pudieran satisfacer sus necesidades de lujo. También encontraron su sitio lugares que hoy son emblemáticos como el Hipódromo de Barnum, el primer y segundo Madison Square Garden, el edificio Flatiron y el Metropolitan Life Insurance Building.







Aunque no siempre fue todo tan bonito, ni brilló el color del dinero en el cielo de la ciudad. La desidia en la que cayó Manhattan hasta los 90 se veía duramente reflejada en el estado del parque, el pavimento estaba agrietado y roto, sus céspedes antes verdes, eran ahora un pastizal seco y abandonado, los ocho preciosos monumentos parecían monstruos o fantasmas y la falta de luz y atenciones lo convirtieron en un lugar inseguro donde a diario se cometían muchos robos y atracos. Fueron necesarios más de 6 millones de dólares para conseguir embellecer y restaurar el parque y poder disfrutar de él como lo hacemos hoy en día.






Coincidió con el nuevo boom comercial de la zona, que rápidamente tomó el parque como lugar de esparcimiento en las horas de descanso del trabajo y donde tomar el pulso a la ciudad que poco a poco volvía a brillar como en sus tiempos de máximo esplendor.


Como muestra de su popularidad, baste decir que el brazo y la antorcha de la Estatua de la Libertad fueron expuestos durante seis meses en el parque para recaudar fondos y poder levantar la estatua que es hoy símbolo indiscutible de la ciudad, o que el primer árbol de navidad de la ciudad se colocó aquí en el año 1912.


Es una pena que mucha gente pase de largo sin apenas prestarle atención. Se debería visitar con calma, aunque sea para saborear una de las deliciosas hamburguesas del Shake Shak....

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