Y llegamos a Dublin, meta de la mayoría de viajeros que visitan Irlanda, y con tanto que ver que aconsejo dejarse guiar por los magníficos tours que se ofrecen, como el free tour por Dublin, o si preferimos algo un poco más exclusivo el tour privado por Dublin ¡Tú eliges!, que nos permite seleccionar los lugares a visitar y la hora para hacerlo.
Y por muchas razones. La más antigua es porque se levanta donde hace más de 1.000 años, antes de la época vikinga, ya había un asentamiento fortificado en el lugar donde hoy se encuentra esta pequeña colina que domina el río Liffey. La siguiente, si seguimos su cronología, nos muestra la fortaleza como centro del poder militar y político durante más de 8 siglos, escenario de grandes acontecimientos y eventos históricos ( sobre todo de las clases dirigentes y más recientemente por haberse convertido en uno de los lugares más representativos del orgullo nacional al ser entregado en 1922 al líder del Estado Libre Irlandés Michael Collins.
Toda esta historia la podremos conocer de la mano de guías del castillo que nos llevan desde las oscuras mazmorras y cimientos del castillo hasta la parte noble del mismo.
Allí vemos ya la parte más espectacular, como el rellano de los Battleaxe con su imponente escalera, el salón principal- restaurado tras un incendio que lo redujo a cenizas en 1941 y que era escenario de fastuosas fiestas y bailes- el salón del trono- con el trono del rey Jorge IV y la impresionante lámpara de latón, el salón de San Patricio- con su exquisito techo pintado y donde tiene lugar la toma de posesión del Presidente de Irlanda- o para acabar, la Capilla Real, con los escudos grabados en madera de todos los Lor Liutenants o Virreyes de Irlanda.
Una aventura histórica que no está exenta de fantasmas, que para eso estamos en Irlanda. Se dice que los invasores que pretendían asaltar este castillo eran decapitados y sus cabezas colgadas de las murallas como elemento disuasivo para otros posibles atacantes. Cientos de cuerpos decapitados están sepultados bajo la fortaleza y sus almas vengativas todavía deambulan por el castillo. De hecho muchos guías han hablado de una intensa actividad poltergeist... Ahí lo dejo.
Allí vemos ya la parte más espectacular, como el rellano de los Battleaxe con su imponente escalera, el salón principal- restaurado tras un incendio que lo redujo a cenizas en 1941 y que era escenario de fastuosas fiestas y bailes- el salón del trono- con el trono del rey Jorge IV y la impresionante lámpara de latón, el salón de San Patricio- con su exquisito techo pintado y donde tiene lugar la toma de posesión del Presidente de Irlanda- o para acabar, la Capilla Real, con los escudos grabados en madera de todos los Lor Liutenants o Virreyes de Irlanda.
A la conquista de la historia
Dublinia nos sumerge en el pasado, en la historia de la ciudad desde su fundación, pasando por la época anglonormanda hasta llegar a la famosa Reforma que clausura la Edad Media.
Esta exposición multimedia, ubicada en un edificio victoriano perfectamente restaurado pero con algún que otro añadido contemporáneo poco acertado, consta de tres niveles más una torre a la que pocas veces puede accederse.
Empezamos por la que quizá sea la planta favorita de los visitantes, la vikinga, donde Dublinia nos presenta la realidad de estos fieros hombres del norte. Consigue mediante representaciones hacernos entender que realmente eran comerciantes y granjeros, evolucionados, si, de aquellos sanguinarios saqueadores que llegaron a las costas de Irlanda para robar e incendiar los ricos monasterios de la isla, pero que se quedaron para fundar la que hoy es capital de Irlanda.
Un asentamiento que ya consolidado fue conquistado por los anglonormandos, cuyas tropas nos suben al segundo piso donde encontramos la exposición medieval, cuya principal atracción es una magnífica maqueta del Dublín del siglo XV. Seguimos el trayecto recomendado para pasar por la casa de un rico comerciante, un muelle donde descargan ropa, sal y buenos vinos, una feria con sus mercancías y mercaderes, la aparición de las enfermedades- como la peste- en las insalubres calles de la ciudad, para acabar con la parte correspondiente a la Reforma, que marcó el final de la Edad Media y empezó a forjar el espíritu rebelde de la actual Irlanda.
Acabamos en el último piso, dedicado a la arqueología que ha excavado las calles y edificios de Dublín en busca de sus raíces. Una laboratorio, una biblioteca llena de antiguos mapas, muestras de huesos y esqueletos y una reflexión final sobre el legado de los vikingos y la época medieval en el Dublín moderno.
Un paseo por la historia de la ciudad que no convendría perderse.
Esta exposición multimedia, ubicada en un edificio victoriano perfectamente restaurado pero con algún que otro añadido contemporáneo poco acertado, consta de tres niveles más una torre a la que pocas veces puede accederse.
Empezamos por la que quizá sea la planta favorita de los visitantes, la vikinga, donde Dublinia nos presenta la realidad de estos fieros hombres del norte. Consigue mediante representaciones hacernos entender que realmente eran comerciantes y granjeros, evolucionados, si, de aquellos sanguinarios saqueadores que llegaron a las costas de Irlanda para robar e incendiar los ricos monasterios de la isla, pero que se quedaron para fundar la que hoy es capital de Irlanda.
Un asentamiento que ya consolidado fue conquistado por los anglonormandos, cuyas tropas nos suben al segundo piso donde encontramos la exposición medieval, cuya principal atracción es una magnífica maqueta del Dublín del siglo XV. Seguimos el trayecto recomendado para pasar por la casa de un rico comerciante, un muelle donde descargan ropa, sal y buenos vinos, una feria con sus mercancías y mercaderes, la aparición de las enfermedades- como la peste- en las insalubres calles de la ciudad, para acabar con la parte correspondiente a la Reforma, que marcó el final de la Edad Media y empezó a forjar el espíritu rebelde de la actual Irlanda.
Acabamos en el último piso, dedicado a la arqueología que ha excavado las calles y edificios de Dublín en busca de sus raíces. Una laboratorio, una biblioteca llena de antiguos mapas, muestras de huesos y esqueletos y una reflexión final sobre el legado de los vikingos y la época medieval en el Dublín moderno.
Un paseo por la historia de la ciudad que no convendría perderse.
Pequeña y delicada Christ Church Cathedral
También llamada Iglesia de la Santísima Trinidad, el templo que visitamos ahora es el más viejo de Dublín, y para mí el más hermoso.
Levantada en piedra en 1171, tras la primera iglesia de madera vikinga que se localizaba sobre lo que hoy es el altar mayor, este precioso templo, mezcla sorprendente de estilos y materiales de construcción engloba elementos medievales, góticos y victorianos, pero lo que quizá llama más la atención, al margen de los preciosos azulejos de su suelo o los exquisitos arcos de su coro son las leyendas que alberga bajo ellos.
Como el extraño caso del robo del corazón perteneciente al famoso San Laurence O'Toole, obispo de Dublín, que permaneció en la Catedral hasta marzo de 2012, cuando desapareció. El órgano, preservado dentro de una caja en forma de corazón rodeada por barras de hierro, fue robado por un ladrón que al parecer no tuvo ningún interés en la multitud de objetos de valor en forma de medallas que rodeaban la reliquia.
O los lamentos que según se de surgen cada noche de la cripta y que según parece provienen de los reos empalados en la época más oscura de la iglesia y cuyos instrumentos de tortura aún pueden "admirarse" en los lúgubres sótanos.
Pero quizá dos figuras y su historia requieran nuestra mirada desde detrás de una vitrina. Son los restos momificados de un gato y una rata. Según la tradición de la Iglesia, el gato persiguió a la rata por todo el edificio hasta que ésta se metió por el tubo de un órgano y ambos quedaron atascados y atrapados para siempre, o por lo menos hasta que los sacó de allí, momificados por el paso del tiempo, un operario que tenía como encargo restaurar los tubos del precioso órgano.
James Joyce utiliza a estos dos personajes como un símil en " Finnegan Wake" al describir a una persona como " Tan atascado como el gato y el ratón en el tubo del órgano de Christchurch..." El gato está persiguiendo a la rata a perpetuidad detrás del cristal en la cripta de la iglesia.
Levantada en piedra en 1171, tras la primera iglesia de madera vikinga que se localizaba sobre lo que hoy es el altar mayor, este precioso templo, mezcla sorprendente de estilos y materiales de construcción engloba elementos medievales, góticos y victorianos, pero lo que quizá llama más la atención, al margen de los preciosos azulejos de su suelo o los exquisitos arcos de su coro son las leyendas que alberga bajo ellos.
Como el extraño caso del robo del corazón perteneciente al famoso San Laurence O'Toole, obispo de Dublín, que permaneció en la Catedral hasta marzo de 2012, cuando desapareció. El órgano, preservado dentro de una caja en forma de corazón rodeada por barras de hierro, fue robado por un ladrón que al parecer no tuvo ningún interés en la multitud de objetos de valor en forma de medallas que rodeaban la reliquia.
O los lamentos que según se de surgen cada noche de la cripta y que según parece provienen de los reos empalados en la época más oscura de la iglesia y cuyos instrumentos de tortura aún pueden "admirarse" en los lúgubres sótanos.
Pero quizá dos figuras y su historia requieran nuestra mirada desde detrás de una vitrina. Son los restos momificados de un gato y una rata. Según la tradición de la Iglesia, el gato persiguió a la rata por todo el edificio hasta que ésta se metió por el tubo de un órgano y ambos quedaron atascados y atrapados para siempre, o por lo menos hasta que los sacó de allí, momificados por el paso del tiempo, un operario que tenía como encargo restaurar los tubos del precioso órgano.
James Joyce utiliza a estos dos personajes como un símil en " Finnegan Wake" al describir a una persona como " Tan atascado como el gato y el ratón en el tubo del órgano de Christchurch..." El gato está persiguiendo a la rata a perpetuidad detrás del cristal en la cripta de la iglesia.
Catedral de Dublin, la decisión de San Patricio.
Cuenta la tradición que San Patricio utilizaba un pozo cercano al lugar donde hoy se levanta la catedral para bautizar a los conversos al cristianismo y que fue ese punto concreto donde se erigió una pequeña iglesia, próxima al corazón de Dublín, con el fin de marcarlo como espacio sagrado.
Desde que se construyó la actual iglesia sobre la anterior, en 1220, el edificio ha sufrido ataques por causas de guerras, revoluciones y una reforma religiosa que lo cambió casi por completo.
Quizá haya sido todo esto lo que la haya convertido en un universo de perenne belleza y de un incalculable valor intrínseco.
Un valor que le viene dado por cada gramo de cada elemento que la embellece y le da lustre con el paso de los años. No tenemos sino que fijarnos en que por todas partes encontramos elementos que nos hablan de su antigüedad, como las lápidas paleocristianas con más de mil años encastradas en sus paredes y suelos y que demuestran que el emplazamiento era usado con anterioridad a la construcción de la Catedral.
Esculturas como la del Marqués de Buckingham primer Gran Maestre de la Orden de Caballeros de San Patricio, que es la más valiosa del país por su inmenso realismo, su contenido histórico y la pureza de su mármol, o una extraña estatua de San Patricio cuya cabeza se remonta al siglo XIII, su cuerpo al XVII, y la base al XIX, son sólo dos elementos que nos dan una idea del inconmensurable valor de los tesoros de la Catedral.
Pero aquí no acaba la cosa, ya que el archiconocido Jonathan Swift, autor de "Los Viajes de Gulliver" predicaba aquí en largas homilías en contra de la injusticia social, y por ello y por su ingenio como escritor, fue enterrado en el suelo de la catedral, en un punto marcado por una placa, que no se nos puede escapar bajo ningún concepto.
Y del suelo miramos al techo, ya que las banderas que penden de él recuerdan a los regimientos irlandeses del Ejército Británico y sus colores van difuminándose lentamente con el paso del tiempo, en homenaje a todos los que lucharon por la causa.
Y podríamos seguir enumerando los infinitos atractivos de la Catedral, pero tenemos que seguir camino, así que nos quedamos con la idea de que no sólo hemos estado en un templo, en un lugar de recogimiento y oración, sino que también hemos visitado un lugar de aprendizaje, ya que conforma un microcosmos de historia irlandesa repleta de historias que inspiran sueños recuerdos.
Desde que se construyó la actual iglesia sobre la anterior, en 1220, el edificio ha sufrido ataques por causas de guerras, revoluciones y una reforma religiosa que lo cambió casi por completo.
Quizá haya sido todo esto lo que la haya convertido en un universo de perenne belleza y de un incalculable valor intrínseco.
Esculturas como la del Marqués de Buckingham primer Gran Maestre de la Orden de Caballeros de San Patricio, que es la más valiosa del país por su inmenso realismo, su contenido histórico y la pureza de su mármol, o una extraña estatua de San Patricio cuya cabeza se remonta al siglo XIII, su cuerpo al XVII, y la base al XIX, son sólo dos elementos que nos dan una idea del inconmensurable valor de los tesoros de la Catedral.
Pero aquí no acaba la cosa, ya que el archiconocido Jonathan Swift, autor de "Los Viajes de Gulliver" predicaba aquí en largas homilías en contra de la injusticia social, y por ello y por su ingenio como escritor, fue enterrado en el suelo de la catedral, en un punto marcado por una placa, que no se nos puede escapar bajo ningún concepto.
Y del suelo miramos al techo, ya que las banderas que penden de él recuerdan a los regimientos irlandeses del Ejército Británico y sus colores van difuminándose lentamente con el paso del tiempo, en homenaje a todos los que lucharon por la causa.
Y podríamos seguir enumerando los infinitos atractivos de la Catedral, pero tenemos que seguir camino, así que nos quedamos con la idea de que no sólo hemos estado en un templo, en un lugar de recogimiento y oración, sino que también hemos visitado un lugar de aprendizaje, ya que conforma un microcosmos de historia irlandesa repleta de historias que inspiran sueños recuerdos.
O'Connell Street, grande y llena de vida
Con toda seguridad estamos ahora en la calle más importante y característica de todo Dublín. Situada en la parte norte de la ciudad, que ya sabemos dividida por el río Liffey, fue en su momento comparada con las calles más elegantes de la metrópolis londinense, sobre todo por lo imponente de sus edificios y la cantidad de dinero, influencias y política que se movía entre sus piedras.
Hoy, de ese pasado sólo quedan monumentos como el dedicado a Daniel O'Connell, el libertador de Irlanda, las alas de cuyas figuras están llenas de agujeros de bala por la rebelión de 1916, la Oficina Central de Correos, cuartel de sus dirigentes, el cine Embassador, o una estatua de James Joyce.
Justo en el medio de la calle, encontramos el que quizá se haya convertido en uno de los símbolos de la modernidad dublinesa, el llamado Monument of Light, o la Aguja de Dublín. Con 120 metros de alto e inaugurado en 2003, sustituye a una estatua que conmemoraba las victorias de Nelson y que el IRA hizo saltar por los aires en 1966.
Museos, tiendas, bancos, hamburgueserías...Todo cabe hoy en la magnífica O'Connell, que aún después de tantos años sigue siendo la auténtica arteria latente de Dublín.
Hoy, de ese pasado sólo quedan monumentos como el dedicado a Daniel O'Connell, el libertador de Irlanda, las alas de cuyas figuras están llenas de agujeros de bala por la rebelión de 1916, la Oficina Central de Correos, cuartel de sus dirigentes, el cine Embassador, o una estatua de James Joyce.
Justo en el medio de la calle, encontramos el que quizá se haya convertido en uno de los símbolos de la modernidad dublinesa, el llamado Monument of Light, o la Aguja de Dublín. Con 120 metros de alto e inaugurado en 2003, sustituye a una estatua que conmemoraba las victorias de Nelson y que el IRA hizo saltar por los aires en 1966.
Museos, tiendas, bancos, hamburgueserías...Todo cabe hoy en la magnífica O'Connell, que aún después de tantos años sigue siendo la auténtica arteria latente de Dublín.
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