sábado, 2 de noviembre de 2019

Egipto, en busca de la eternidad (II)

No dejamos de sorprendernos con la habilidad comerciante de los egipcios...

Templo de Edfu
Parada obligada para todos los cruceros que surcan el Nilo, Edfu es el templo egipcio que mejor se conserva y uno de los últimos a gran escala. Por eso es conveniente no perderse nada y contratar una excursión a Edfu y Kom Ombo.




Desde tiempo inmemorial el lugar había sido centro de culto del dios halcón Horus, por lo que Ptolomeo III, simplemente amplió el pequeño santuario y lo engrandeció hasta completar un complejo del que hoy sólo vemos una parte.






Tan pronto como nos aproximamos al templo, nos maravillamos ante el descomunal pilón decorado con colosales relieves de la dinastía ptolemaica y dos enormes halcones de granito, que nunca están solos, puesto que parecen ser el objetivo de todas las fotografías en las que posar con los turistas.




Entrando, encontramos el gran patio, que recibía las ofrendas a Horus, con preciosos relieves de los encuentros anuales entre el dios y la diosa vaca Hathor de Dendara.




Lo más curioso del templo y lo que lo hace único es una pequeña habitación que en su tiempo albergó un importante laboratorio, donde se almacenaban y destilaban con esmero todos los inciensos y perfumes utilizados para las celebraciones, siguiendo las instrucciones talladas en sus paredes.






En otra habitación se dejaba a diario la ofrenda de leche, fruta, flores, vino y otros alimentos. Y para finalizar debemos entrar al santuario de Horus, donde aún se conserva el monolito de granito pulido que albergaba la estatua de oro macizo del dios halcón, así como una reproducción de la barca de madera en la que se sacaba la imagen de Horus para llevarla en procesión durante las festividades.

Y seguimos navegando hacia nuestro siguiente destino




Kom Ombo
Poca gente sabe que en el promontorio donde hoy se sitúa el hermoso aunque dañado templo de Kom Ombo, tomaban el sol los numerosos cocodrilos que poblaban este tramo del río Nilo, y que por ello era el lugar idóneo para levantar un santuario dedicado a Sobek y Haroeris, los dioses cocodrilo y Horus el anciano, respectivamente.






Según los egiptólogos su simetría es tal que hay dos de todo: dos entradas, dos patios, dos columnatas... por lo que se piensa que cada lado del templo estaba dedicado a uno de los dioses y sus sacerdotes.





Como curiosidad, se conserva aún el profundo pozo que daba agua al templo, junto a una pequeña piscina donde se criaban los cocodrilos en honor a Sobek.

Pasando el casi ruinoso pilón ptolemaico entramos en el templo del que se pueden destacar varios puntos:
Debido al dios al que se dedica el templo, se encontraron varios cocodrilos momificados en la antigua capilla de Hathor, colocados dentro de sus ataúdes de barro.

Dentro empiezan las duplicidades: el altar doble, las dos salas hipóstilas, y los dos santuarios, que convierten este templo en un ejemplo único en Egipto.



El mal estado de conservación del templo y los santuarios dejan ver el pasadizo secreto que permitía a los sacerdotes prestar su voz a los dioses, para “engañar” a los fieles y mantener el aura sagrada del lugar.

Asuán y su obelisco inacabado.
Durante milenios, las canteras de la ciudad eran la principal fuente egipcia de granito, ya que sólo podía encontrarse en esta región del sur, por ello casi toda la piedra empleada en las estatuas, templos y pirámides del Antiguo Egipto , fue extraída de aquí.


Un ejemplo perfecto de esta era de grandes canteros la encontramos al norte de la ciudad, donde reposan los restos de un obelisco desechado. La historia cuenta que casi estaba acabado en sus 42 metros de largo cuando los canteros encontraron un defecto grave en la piedra, lo que los obligó a dejarlo sin terminar, aún unido al lecho rocoso.

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