El Templo de Isis de Philae.
La isla de Agilkia y su fabuloso templo llevan atrayendo peregrinos desde hace miles de años. Y eso que sus ruinas estuvieron a punto de desaparecer, ya que durante seis meses al año las crecidas aguas del embalse creado por la vieja presa de Asuán anegaban el templo ( que en aquel momento se encontraba en una llanura cerca del río) y los visitantes podían pasar con sus barcas de remos entre las columnas sumergidas mirando el fondo a través de las transparentes aguas para observar los maravillosos santuarios de los antaño todopoderosos dioses. Para tener una visión completísima y no sentir que nos hemos perdido algo, es conveniente contratar un tour a la presa de Assuan, el templo de Philae y el obelisco inacabado.
Y luego llegó la Gran Presa , que amenazaba con inundar muchos tesoros arquitectónicos del Antiguo Egipto, por lo que la UNESCO tuvo que intervenir y organizar un rescate de urgencia. Para ello se cortó el complejo y se trasladó piedra a piedra hasta la cima de la isla de Agilkia, 20 metros más arriba de donde estaba, después de reordenar la superficie para que se pareciera lo más posible a su antiguo entorno.
Accedemos a ella en barco, y tocamos tierra en el embarcadero que se encuentra en la parte más antigua del templo. Tras andar durante apenas unos minutos llegamos al impresionante pilón de 18 metros que franquea el patio central, que a su vez nos presenta el acceso al santuario de Isis., que en su momento albergaba la estatua de oro de la diosa, todo él cubierto de relieves de la diosa, de Osiris y otras divinidades.
Alrededor del templo encontramos también restos romanos, como el templo de Augusto, la puerta de Diocleciano o el quiosco de Trajano, muy pintado por los románticos artistas victorianos y donde vemos al emperador haciendo ofrendas a los dioses egipcios.
Si nos fijamos bien veremos inscripciones y altares que levantaron los primeros cristianos (coptos) utilizando como materia prima las veneradas piedras del templo y construyendo capillas donde antes se veneraban dioses paganos, cuyos rostros fueron desfigurados. Pero luego llegaron los musulmanes y destrozaron a su vez las inscripciones cristianas. La lucha de religiones es muy antigua….
Tras la visita a Philae, el guía nos subió en una falúa típica
egipcia para dar un paseo por el Nilo hasta llegar a un punto donde nos bañaríamos
en sus aguas y visitaríamos un pueblo muy especial.
Como se descubre cuando uno se acerca al Nilo, las falúas
son y han sido durante siglos, el medio más popular de transporte por el río. Estos
veleros tradicionales dan al Nilo su aspecto más pintoresco y no hubiera
considerado la visita completa sin haber subido a uno de ellos.
La visita incluye la Isla Elefantina , centro de la
vida social de Asuán durante siglos, por su boyante comercio de marfil y piedra
dura, sobre todo granito, que se extraía en la zona. Aparte, en ella se adoraba
al dios carnero Khnum, que debía controlar las crecidas del Nilo.
La mayor parte de ella pertenece ahora al horrible mamotreto
del hotel Mövenpick, con una espantosa torre que parece la de un aeropuerto,
con su ferry privado y su muro de 3 metros de altura que aísla a sus “afortunados”
huéspedes del resto de la humanidad.
En lo alto de las montañas cubiertas de arena vemos edificios que
parecen integrados con la aridez del paisaje. Entre ellos el monasterio de San
Simeón o el Mausoleo del Aga Khan, levantado por la esposa de este jefe
espiritual musulmán, con un sarcófago de mármol de Carrara donde descansan
juntos para toda la eternidad.
Y desembarcamos para visitar una aldea nubia
Gharb Soheil
En un
terreno acotado, entre el sur de Egipto y el norte de Sudan, junto al río Nilo,
encontramos a los descendientes del antiguo y orgulloso reino de Nubia, una
población desplazada que lucha por sacar de las arenas del desierto una cultura
rica y única.
Tan antigua
como que se remonta a 2.000 años antes de Cristo, y se alargó hasta el siglo
XVI con la caída de su última dinastía. Hoy, el pueblo de Gharb Sohail, junto
con otros pequeños núcleos nubios se ha convertido en una atracción turística más,
subiéndose al carro de los alojamientos turísticos alternativos que conviven
con elementos aún tradicionales, ya sean las mastabas ( bancos tradicionales construidos en
la pared), un área para reuniones de mujeres que generalmente tienen lugar
después de la puesta del sol, y una zona de té, como representaciones de una
unidad de vivienda típica nubia. Encontramos paredes pintadas con escenas de la vida cotidiana o de
la naturaleza, y mientras las contemplamos podemos disfrutar de las bebidas tradicionales que siempre están
listas como el té rojo con albahaca, el té de hibisco o la fuerte jabana
africana.
Todas las poblaciones
nubias que podemos visitar son un colorido refugio de casas pintadas de azul,
amarillo, verde o rojo. Y jamás podemos salir de una de ellas sin comprar algo
de su artesanía, como collares y pulseras hechos de huesos de camello,
canastas, perfumes, incienso o una colorida pashmina hecha a mano. Otro Recuerdo,
éste más efímero, son los tatuajes de henna que las aplicadas mujeres hacen en
las manos de las visitantes femeninas.
Amables y
hospitalarios, los nubios de Gharb Soheil, te invitan a entrar en sus hogares,
con pisos cubiertos de arena apisonada, y sus jaulas y criaderos para
cocodrilos, las queridas mascotas nubias.
El éxodo
nubio ya comenzó en 1964 con la construcción de la presa de Aswan High, que sumergió pueblos
enteros y dejó a más de 100,000 personas
sin hogar. Desde entonces, los nubios han estado
reclamando su derecho a regresar a sus tierras.
La nueva
generación es consciente de la falta de proyección que tiene Nubia. Su economía
depende de la temporada turística de invierno, por lo que han creado canales de
YouTube como "Nuba Tube", aplicaciones móviles y plataformas de redes
sociales para mantener vivo el idioma, comercializar sus productos y mostrar su
patrimonio.
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