Partiendo desde la Laguna de Valleseco, en pleno Parque Rural de Doramas, y tras dejar atrás las zonas habitadas y los pequeños núcleos rurales, nos internamos en los bosques semisalvajes de laurisilva, ese regalo que la Madre Naturaleza ha ofrecido a Canarias y que está formado principalmente por laureles, fayas y brezos.
Desgraciadamente, este tipo de bosque subtropical se redujo drásticamente, ya que su madera fue talada para abastecer los hornos de vapor de los barcos que atracaban en el Puerto de La Luz en el siglo XIX.
A lo largo del camino, el paisaje cambia de manera constante, ya que la laurisilva queda atrás y aparecen otro tipo de árboles que si bien no son propios de la isla, fueron introducidos hace siglos y se han adaptado perfectamente, como nogales, eucaliptos o castaños.
En el llamado Pico de Osorio contemplamos la vista que une tres municipios: Teror, Valleseco y Firgas, y tras un breve descanso para tomar el picnic, continuamos el camino.
Continuamente salen al paso endemismos canarios con los que podría maravillarse cualquier naturalista.
Charcas y estanques naturales nos hablan de la enorme riqueza hídrica de la zona.
Vamos avanzando por bosques de eucalipto que perfuman el aire y abren nuestros pulmones...
...y restos de antiguas construcciones hechas en recia piedra.
Incluso dos amigos de dispares tamaños asoman para saludar a los senderistas.
Poco a poco, bajamos por Los Castillos hasta la hermosa ciudad de Arucas.
Situada entre los barrancos de Azuaje y Tenoya, Arucas o Arehucas, fue núcleo de las grandes plantaciones de azúcar de la isla que se importaron al Nuevo Mundo. La ciudad es un escaparate de talento en la tradición cantera canaria, puesto que tanto fachadas nobles como humildes de la isla se visten de su piedra azul.
Arucas conserva todo su encanto decimonónico, rematado por la filigrana en piedra de su iglesia neogótica, empezada en 1909 y terminada ochenta años más tarde.
Otra bonita muestra de cantería azul la encontramos en el Ayuntamiento.
Satisfechos por haber conocido esta joya histórica de Canarias que es Arucas nos dirigimos a un auténtico oasis de tranquilidad donde repondríamos fuerzas con una exquisita muestra de la gastronomía local, el Hotel Rural La Hacienda del Buen Suceso.
Este espectacular rincón de Arucas, una hacienda sumergida en una finca de plátanos de más de 500.000m² y de la que se dice que es una de las más antiguas de Canarias, nos regala una arquitectura típica canaria, que combina a la perfección la madera y la piedra.
Con un gusto exquisito se viste este hotel de 18 habitaciones, piscina climatizada y el fabuloso restaurante El Alpende.
Bocados deliciosos como estos canapés de confitura de manzana y queso de Valsequillo,
o unas frescas y deliciosas ensaladas, nos ayudaron a reponer fuerzas, tras finalizar la larga pero preciosa ruta del día.
Y al terminar nos dirigimos al siguiente hotel donde íbamos a pasar las siguientes dos noches, el encantador, confortable y espectacular Hotel & Spa Cordial Roca Negra, un oasis de paz, relax y con una atención exquisita.
Por eso, a estos valiosos elementos debemos sumar los aún más importantes valores personales de los que hoy en día carecen muchos hoteles. Me refiero a una plantilla motivada, alegre, contenta y con ganas de trabajar para satisfacer a un cliente cada vez más satisfecho.
Y ahí radica su fuerza. Desde que entramos por recepción vemos la sonrisa de cálida bienvenida que nos hace ya sentir como en casa, arropados por un equipo directivo que motiva y anima a su plantilla y trabaja junto a ella. Tanto el personal de cocina (que puedo dar mi palabra que prepara uno de los mejores buffets de cena y desayuno que he probado en mi vida, con auténticas exquisiteces de la cocina canaria y mundial), hasta el personal de sala, pendientes de cualquier cosa que pudiéramos necesitar, trabajan con ligereza, sin descanso, pero siempre sonrientes y motivados.
El resultado de todo este cóctel de sensaciones para el cliente es un ambiente cómodo, donde sentirnos mejor que en casa, y donde nuestra única obligación es disfrutar de nuestras vacaciones en un hotel que merecería 8 estrellas. Todo un descubrimiento en el bonito y tranquilo pueblo de Agaete, que cada día nos regalaba estas espectaculares puestas de sol desde sus piscinas naturales, localizadas justo debajo del hotel.
Y con esta maravillosa vista terminamos un día inolvidable que nos obsequió con algunos de los miles de rincones encantadores que posee la isla de Gran Canaria y que pudimos disfrutar gracias a Gran Canaria Natural & Active y su espectacular Gran Canaria Walking Festival.
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