Y como respuesta a las nuevas exigencias y tendencias de este nuevo tipo de viajeros que anhelan disfrutar de Gran Canaria de manera natural, recorriendo sus senderos y admirando sus espectaculares paisajes, nace el Gran Canaria Walking Festival, un encuentro internacional que anualmente reúne a senderistas de todo el mundo que acuden a la irresistible llamada de una isla que ofrece no sólo una naturaleza fascinante, conservada y mimada, sino también una cultura y gastronomía únicas.
Y atraído de igual manera por el magnetismo de Gran Canaria, y con la promesa de disfrutar de unos días inolvidables en una tierra que recibe con los brazos abiertos y se desvive por mostrar sus encantos a todo el que se acerca a conocerlos, nos embarcamos en una aventura que nos descubriría rincones y paisajes cautivadores y extraordinarios.
Gran Canaria Natural and Active, especialista en alojamientos rurales y responsable de organizar el evento, se había encargado de prepararnos un coche que recogimos en el aeropuerto para trasladarnos hasta Agaete, donde pasaríamos nuestras primeras noches en la isla, concretamente en el espectacular y encantador Hotel Rural Las Longueras, un alojamiento histórico que desde el primer momento nos cautivó por su arquitectura, su personal y el paraje único en el que se encuentra.
Lo que en su día fue una pequeña casa rural, en los terrenos de un fértil valle a los pies de las cumbres de Tamadaba, creció, gracias a los esfuerzos de la familia Manrique de Lara hasta convertirse en la espléndida mansión colonial que hoy podemos admirar y disfrutar.
Detallista y con un gusto exquisito, la familia supo dotar al complejo de todos los adelantos que a lo largo de los años se hacían necesarios para mantener viva y actual la impresionante hacienda y sus terrenos. Junto con estas mejoras, la estrecha amistad de los Manrique de Lara con los artistas más vanguardistas de la época, convirtió Las Longueras en foco e imán cultural de la isla. Cabe decir que en sus terrenos se llegaron a rodar películas como " Sombras de Papel" de Domingo Doreste o "La Umbría" del artista grancanario, natural de Agaete, Pepe Dámaso. Este ilustre creador nos regala también unas espectaculares pinturas que adornan las estancias comunes de la casa y que fueron directamente inspiradas por su arquitectura única de arcos ojivales, que aparecen en sus ventanas y pasillos.
El edificio es de una elegancia única, con ese sabor inglés que tanto gustaba a finales del siglo XIX, debido a la enorme colonia británica que se instaló sobre todo en las islas mayores.
La paz y la tranquilidad del lugar invitan al descanso, a la lectura o simplemente a la meditación y disfrute del paisaje de la finca.
Desde finales del siglo XX, la mansión se ha convertido, afortunadamente para los que la visitamos, en un magnífico hotel rural con un encanto difícil de encontrar en Canarias.
Nuestra habitación se convirtió rápidamente en nuestro hogar, ya que aún conservando el sabor antiguo que sólo el mobiliario noble y conservado puede darle, tiene todas las comodidades que requiere cualquier viajero moderno.
Detalles exquisitos como fruta de la finca, amenities ecológicas y de perfume fragante, una enorme y cómoda cama y un baño amplio y luminoso, son el sello distintivo del excelente servicio del establecimiento.
Mención aparte merece su personal, profesional, amable, pendiente de cualquier detalle que podamos necesitar, siempre sonriente y dispuesto a ayudar. Fue un auténtico placer conocer a su directora, Lourdes Pérez, que siempre se encargó de que estuviéramos cómodos y bien atendidos, disfrutar de los exquisitos platos de Beni, la magnífica cocinera a la que quiero robar su receta del caldo de pescado, y como no, agradecer a Adrián y Luis su recibimiento y amabilidad que son valores preciosos hoy en día.
Así que después de una maravillosa cena...
nos fuimos a descansar, ya que al día siguiente teníamos la primera jornada del Gran Canaria Walking Festival.
Primera ruta "El rincón de las Palmeras".
Los benditos vientos alisios, los que regalan humedad y frescura a nuestros montes canarios, fueron en esta primera jornada los que hicieron que una densa bruma nos acompañara los primeros momentos de una ruta que partía desde el Pico de la Gorra.
A lo largo de los casi 11 kilómetros y cuatro horas y media de esta magnífica ruta en descenso, tendríamos un primer contacto con los famosos microclimas grancanarios, pasando de una mañana fresca y húmeda a un sol radiante y una temperatura de lo más agradable. Por el camino pudimos comprobar lo afortunados que somos los canarios al tener unos pinos endémicos que se recuperan con una facilidad increíble de los incendios y sequías.
Según íbamos bajando en altitud, los hermosos pinares quedaban atrás, para dar paso a los espectaculares paisajes de la cumbre.
Al llegar al collado de Vueltas de Adeje, comenzamos a descender de manera más pronunciada, tomando un camino empedrado en zig zag que nos llevaría por territorio de pastores y ganado. Es interesante citar el hecho de que el sendero se usaba desde tiempos inmemorables para trasladar a ovejas y cabras desde las poblaciones de las zonas bajas hasta las cumbres, donde abundaba un pasto fresco y jugoso con el que alimentar a los animales.
El sendero no paraba de ofrecernos rincones curiosos y sorprendentes.
El fabuloso equipo del Gran Canaria Walking Festival, cuenta con un grupo de profesionales del senderismo, con una perfecta formación en cuanto a protección y conciencia ecológica, que nos guiaron a lo largo de las rutas, teniendo especial cuidado en que ninguno de los participantes pudiera sufrir ningún percance y siempre dentro de los límites de seguridad establecidos por la organización. Debo decir que su actuación fue impecable e insuperable en todo momento.
Según descendíamos aparecían ante nosotros las primeras casas que anunciaban la llegada a la meta, en Santa Lucía de Tirajana, que es uno de los núcleos de población asentados en la llamada Caldera de las Tirajanas, un valle que abarca 35 kilómetros cuadrados, pletóricos de vegetación y campos de cultivo.
Al llegar al pueblo, nos dirigimos por sus limpias y cuidadas callejuelas hasta las Casas Rurales El Olivar.
Este fabuloso conjunto de casas de arquitectura canaria, destaca no sólo por su peculiar localización, en el centro de Santa Lucía, sino también por su excelente conservación y el uso de la resistente madera de tea y sus techos de troncos de palmera, algo poco usual en Canarias.
El precioso conjunto consta de cuatro viviendas completas en las que pueden alojarse hasta tres personas, con acceso a una estupenda piscina que nos asegura horas de tranquilidad, paz y sosiego.
Aparte, se encuentra muy cerca de tiendas y comercios, y es un lugar perfecto como punto de partida para actividades de naturaleza como las que ofrece Gran Canaria Natural and Active.
Como colofón a nuestra jornada, disfrutamos de una degustación de exquisitos quesos de la zona...
y varias muestras de la excelente gastronomía de la isla, como esta sabrosa "ropa vieja".
Y de esta manera despedimos una primera jornada que nos hizo desear que llegara el siguiente día y la siguiente ruta, que les prometo que nos dejó sorprendidos y encantados por la belleza que iba a desplegar ante nuestros ojos.
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