sábado, 2 de mayo de 2020

Recorriendo la provincia de Sevilla (II)

 La muy ducal

Osuna se alza sobre una colina de tres vértices desde la que se dominan las tierras calmas de la campiña sevillana.

Habitada desde hace 3.000 años, Osuna comenzó siendo íbera, luego romana, más tarde árabe y finalmente corte para una de las dinastías más poderosas de Andalucía y España. Los duques de Osuna engrandecieron su villa, dignificándola con una universidad, una colegiata y un buen puñado de excelsos palacios barrocos.

La mayoría de ellos se muestran orgullosos en la calle de Carrera, que une la plaza mayor de Osuna con el arco de la Pastora, una de las clásicas entradas a la ciudad antigua. A ambos lados de la calle se alzan palacetes de notable gusto además de las iglesias de Santo Domingo y de la Victoria, cerca de la Antigua Audiencia.

Osuna es amplia y espaciosa, por lo que aparte de las nobles construcciones, uno se encuentra también limpias y blancas casas de menestrales y de jornaleros, empleados de los Duques, cuyo poder era tal que durante cuatro siglos no existió ninguna empresa política o social en España en la que no estuviera presente su influencia.

Aliados fuertemente con los poderes religiosos y otros nobles de menor rango, los duques levantaron iglesias y favorecieron la instalación de otras familias afines a ellos, que a su vez edificaron otros palacios que juntos recuerdan el pasado glorioso de una villa que hoy vive principalmente de la explotación de sus recursos agrícolas.

Eso sí, sus habitantes cuidan de ella como de sus ojos. No hay más que pasear por sus calles para ver el fruto de su amor.

El palacio que se transmutó en hotel
En pleno furor constructor se encontraba Osuna allá por 1770, cuando los Marqueses de la Gomera, favorecidos, como el resto de la nobleza rural andaluza, por las políticas agrarias de los Borbones, se enriquecieron aún más y pudieron demostrar su estatus levantando este precioso caserón barroco.


Por fuera, me recuerda a esos edificios coloniales que pude disfrutar en México, Cuba o Puerto Rico, encajados entre una línea de construcciones más bastas y de menos empaque, que brillan por la riqueza de sus balcones, de sus volutas y recargos barrocos, y donde parece haber arte en movimiento. Aquí todo ese movimiento parece girar en torno al gran portón central, en un éxtasis que enmarca el escudo ducal, que gobierna la vista desde lo más alto.


Si entramos al fresco patio, encontraremos un espacio cubierto y acristalado que ha sabido mantener mucho del espíritu original de la construcción, favorecido por la doble altura de una preciosa galería de grandes arcos.

Ciertamente, la transformación desde 2003 del palacio casi abandonado en un hotel, fue un regalo del destino no sólo para los afortunados que se alojen en él, sino para el edificio en sí, ya que ha permitido que la inversión privada se encargara de su recuperación y mantenimiento.
La plaza ducal
El poder de los duques de Osuna era tal, que acumularon en sus manos cerca de veinte grandezas de España, más de cincuenta títulos, cuatro principados y la mayor fortuna que llegó a formarse en el país. Se contaba, incluso, que los duques podían cruzar media península sin salir un palmo de sus tierras y que tenían escuadra propia en el Mediterráneo. Con el paso del tiempo esta inmensa fortuna se dilapidó hasta llegar a extinguirse casi por completo en el siglo XIX.

Pero fruto de aquel esplendor es, sin duda, la preciosa plaza de Osuna, corazón indudable de la vida cotidiana ursaonense.



Y no solo por su valor comunitario de amplio y arbolado espacio, sino por los edificios que la rodean y la forman, como el sorprendente ayuntamiento, de 1.533 que se construyó sobre la antigua puerta de Teba, y que tiene una forma muy peculiar, sobre todo en la esquina derecha.

También el Casino, fundado hacia 1.820 con unos grandes ventanales que en verano airean el interior y permiten que los socios puedan disfrutar/vigilar la vida de la plaza y tomar su pulso, o la Iglesia del Convento de la Concepción y la actual plaza de abastos, antiguo Convento de San Francisco, del que sólo queda el claustro, donde se disponen los diferentes puestos de venta al público.



Como toda plaza mayor española que se precie, fue escenario de corridas de toros, fiestas locales, y todo tipo de celebraciones, por lo que los edificios públicos que dan a ella están abiertos a la manera de palcos para solaz del público que asistía a ella.
Todo un centro de importancia, para una ciudad importante.
Filón de cultura
Muy pocas ciudades del siglo XVI podían presumir de contar con una universidad. Osuna, sí.
En principio acogió las disciplinas de teología, leyes, cánones y medicina. Fundada en 1548, la Universidad y Colegio en cuyas aulas estudiaron Vélez de Guevara o Barahona de Soto, estuvo abierta hasta 1842.

De estilo herreriano, puro herreriano, diría yo, nos muestra una planta cuadrada y adusta, con el único adorno, si podemos llamarlo así de las torretas circulares que aparecen en las esquinas, de tal manera que a veces, más parece un castillo que una universidad.


Dentro, la cosa cambia, la vemos más humana, con un patio que sigue siendo serio, pero muestra la calidez del pozo central, y los fresco pórticos de las galerías cubiertas.

Es fundamental recorrer la planta baja del patio leyendo los mensajes y firmas que dejaron los estudiantes de las quince cátedras mayores y ocho menores que abarcaban todas las ramas del saber de entonces. El edificio se alza a espaldas de la Colegiata de Santa María de la Asunción, en lo más alto de la ciudad, desde donde se tiene una vista realmente hermosa de los campos sevillanos.

Y los duques descansan aquí.
Pocas iglesias de la provincia de Sevilla pueden presumir de contener tantas obras de arte en su interior. Por fuera, la Colegiata de Osuna es ocre, adusta y algo sobria. Por dentro, con aires renacentistas y platerescos, reparte sus riquezas en torno a un espacio muy amplio que contiene tres naves con varias capillas, a cual más hermosa.






Se puede llegar fácilmente al éxtasis artístico frente a la de la Virgen de Granada o la del Santo Sepulcro, que se encuentra justo encima de los panteones ducales, con un altar mayor que es una atípica explosión barroca representada sobre un lienzo de mármol.




Disfrutándola, encontramos otras joyas como la capilla de San Marcos, o la del Calvario e incluso cuadros de José de Ribera, el Españoleto, como La Crucifixión o El día del Juicio, obras realizadas por el Duque de Osuna cuando era Virrey de Nápoles.


Se ve que nada podía faltar a la familia ducal, y eso es bien visible en su panteón, con columnas de estilo nazarí y paredes de rico azulejo (no es posible sacar fotos).



Por fuera, la Colegiata tiene aires de fortaleza con cuatro grandes contrafuertes cuadrangulares que llaman mucho la atención, y una sola puerta abierta, la del Sol, que se abre a la ciudad y a los extensos campos de cultivo. Tiene otras dos puertas que fueron cegadas en el siglo XVIII.
Museo de arquitectura al aire libre
Osuna posee el casco histórico mejor conservado de Andalucía, por lo que está declarada Conjunto Histórico Artístico desde 1967.

El mejor lugar, con toda seguridad, para apreciar la grandeza y la furia constructora promovida por los Duques a lo largo de la historia de la que fue Villa y es hoy ciudad, es la calle de San Pedro, una galería de grandes casonas y palacios que nos muestran la evolución de casi todos los estilos arquitectónicos que se dieron en España.

Por supuesto que la joya de la calle es el Palacio de los Marqueses de la Gomera, grande, espectacular y de imponente fachada.

Pero no le van a la zaga otros edificios como la Cilla del Cabildo, construida en el siglo XVIII, el Palacio de los Cepeda, del mismo siglo y que actualmente alberga los juzgados, de marcado estilo barroco y un casi interminable catálogo de casas y casonas de todo tamaño y estilo que hicieron que la Unesco considerara esta vía como la segunda más bella de Europa.

Es tan fotogénica que incluso Zeffirelli la utilizó como escenario de una de las tomas de la película Callas, por su elegancia y carga histórica.

No pude evitar que este paseo me recordara a mi querida ciudad de La Laguna, mezcla de estilos y con ese sabor andaluz en Canarias.

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