domingo, 3 de mayo de 2020

Recorriendo la provincia de Sevilla (III)

 La pequeña acrópolis

Estepa. Es un nombre que siempre me había recordado a la navidad, por la merecida fama de sus polvorones y dulces típicos de esas fechas, llevados a la fama por marcas como La Estepeña, y que desde hace casi dos siglos endulza las fiestas a toda España.



Pero Estepa, es más que eso. Por su situación y localización es conocida como el "Balcón de Andalucía", ya que desde el Cerro de San Cristóbal se disfrutan unas vistas incomparables.
A menos que nos guste mucho caminar y no nos importen las cuestas, el coche será el mejor medio para subir hasta lo más alto del cerro. Una vez arriba, lo primero que nos llamará la atención es lo perfectamente que está habilitado el lugar para los visitantes. Por un lado un pequeño parque preparado para pasar un rato agradable a la sombra de los árboles, resguardados del sofocante sol de Andalucía.




Por otro, el espacio a visitar, constituido por la famosa torre del Homenaje, de 26 metros de alto y en plena restauración, que en los días claros permite ver la lejana Sierra Nevada.
Bajando a su lado, encontramos la Iglesia de Santa María la Mayor, una joya que es, en la actualidad un completísimo museo de Arte Sacro y que se levanta sobre restos musulmanes.
Ante ella tenemos la explanada del Concejo de la Villa, donde se reunieron durante siglos los responsables del mantenimiento y establecimiento de colonos en estas tierras tras la conquista musulmana.




Otros edificios como la Iglesia de Santa Clara, rica en frescos del siglo XVII, con su convento adyacente y el de San Francisco y la iglesia de Nuestra Señora de Gracia, forman un conjunto de un valor incalculable que debe ser incluido en toda visita a Andalucía. Y por supuesto, no podemos irnos sin comprar alguna de las deliciosas especialidades de la Villa.






Solitario campanario
No deja de impresionar, que esta torre haya formado parte de la iglesia de la Victoria hasta que ésta fue demolida en 1939. Y me pregunto que fuerza material o espiritual puede haber hecho que la torre se haya mantenido en perfecto estado desde que fue erigida entre 1760 y 1766, mientras que del templo sólo quedan algunos restos de paredes y suelos.


Con una altura de 40 m, se alza acompañada por las casas de su barrio, en un extremo de la población, sobre las que eran tierras de los frailes Mínimos. La estructura es totalmente barroca, y combina a la perfección la piedra y el ladrillo, y de ahí puede que venga su perfecta resistencia al paso del tiempo y las erosiones.


En teoría se puede subir a lo alto para ver la extensa panorámica de la estepa andaluza, nunca mejor dicho, pero ese día y a esa hora, se encontraba cerrada.
Carmona, camino a Córdoba
Como parte y oriente de la muralla romana, objeto y objetivo de numerosas reformas, modificaciones y restauraciones, siempre a gusto de quien mandaba en la ciudad y en la Corte, la Puerta de Córdoba permanece desde la época augusta como baluarte del altozano donde se alza Carmona.

Junto con la de Sevilla, formaba parte de las cuatro entradas que tenía la ciudad, interconectadas por el "Cardo Máximo" del que aún se conservan algunos tramos, y a su lado se levantó el llamado Alcázar de la Reina, tomando ya el carácter de aduana o control sobre los productos que entraban y salían de la ciudad en lugar del defensivo.



Embellecida con escudos y estatuas en el siglo XVII, hoy desaparecidas, su aspecto neoclásico actual lo adquirió con Carlos II.

La panorámica de los campos que circundan Carmona, que se obtienen desde la puerta de Córdoba es realmente impresionante, y parece abarcar toda Andalucía.

Herencia de la historia
La filosofía de los Paradores españoles no debería cambiar, no debería torcerse ni siquiera en un grado. Es sin duda la mejor manera no solo de preservar los lugares históricos que legaron nuestros antepasados, huellas de hechos que configuraron nuestro camino en el devenir de la actual España que claramente es un crisol de culturas y gentes, sino que no hay duda- ni nadie que lo rebata- de que la estancia en uno de estos enclaves privilegiados, ya sea por su importancia y protagonismo en la historia o por su localización en parajes de suma belleza, es algo único e impagable.



El caso del Parador de Carmona es la suma de todos los factores que acabo de citar. Primero por su situación, en una atalaya localizada en lo más alto del cerro donde se enclava la preciosa ciudad y desde la que se observa la inmensidad del campo andaluz.



Y segundo porque parece hecho de la carne de aquellos que habitaron el lugar a lo largo de los siglos, como fenicios, cartagineses, romanos, visigodos, árabes, judíos y cristianos.



Alcázar de Arriba, para todos aquellos que desde siempre los han tenido en su historia y para diferenciarlo de los otros dos que tenía Carmona, toma su nombre de su origen musulmán, origen que fue diluyéndose en el tiempo escondido por las sucesivas reformas y modificaciones como la que le dio su actual aspecto, tan parecido- por sus sus artífices los mismos- al de los Reales Alcázares de Sevilla.


Su final fue, afortunadamente, convertirse en 1976 en Parador Nacional de Turismo, con una acertadísima ambientación medievo-musulmana que le dan un carácter único dentro de la Red de Paradores.




Salones como el Bermejo, con una valiosa colección de armas y objetos de nuestra mas caballeresca historia, o espacios como la terraza de la cafetería desde donde se observa la totalidad del campo circundante, y la refrescante y transparente piscina que se encuentra más abajo entre jardines escalonados de clara influencia árabe, o el precioso patio de la entrada, son algunos de los atractivos que el lugar tiene para ofrecernos. Eso y una tranquilidad absoluta....
En lo más alto
Carmona se yergue majestuosa en lo alto de un cerro, protegida y envuelta en un recinto amurallado que además de aislarla parece mecerla en un sueño de siglos. Su posición estratégica ha jugado siempre en favor de la ciudad, por si fuera poco, se encuentra además situada en la muy fértil zona de los Alcores, regada por el río Corbones.


Histórica entre las históricas villas sevillanas, Carmona ha sabido guardar la armonía necesaria para casar su monumentalidad con la gracia popular del pueblo andaluz que no falta en ninguno de sus rincones.
Durante los siglos de la dominación romana, Carmona fue una de las principales urbes de la Bética. Tiempo después, en época andalusí, la ciudad sevillana vio edificar sus murallas inexpugnables, sus alcázares y sus almunias señoriales. La conquista cristiana trajo nuevos acentos, y los barrios viejos fueron ensalzados con iglesias renacentistas y barrocas.


Cualquier rincón de la Carmona es digno de elogio, curioso y especial, donde volver con la imaginación al pasado no es difícil, ayudado por el ambiente, la arquitectura y la Historia que se respira entre los giros de sus calles y el perfume de sus patios.

El estado de conservación y restauración de la actual ciudad es realmente admirable, y explica el esfuerzo que hace a diario, como pocas ciudades de Andalucía en mantener su fisonomía y su patrimonio histórico, poniendo en práctica un desarrollo armónico y en sintonía con su pasado.

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