lunes, 4 de mayo de 2020

Recorriendo la provincia de Sevilla (IV)

 Maravilla andaluza

Écija esparce su valioso y costosísimo barroco a orillas del río Genil, en una hoya geográfica donde en días de verano se alcanzan las temperaturas más altas de España, y de ahí aquello de " Sartén de Andalucía".




En su trama urbana se alza un conjunto de torreones conocidos popularmente como "las giraldillas". Todos pertenecen a un mismo estilo y fueron levantados durante el siglo XVIII, al igual que buena parte de las casonas y palacios que decoran las calles principales que rodean la Plaza de España.




Pese a que en el año 1402 fue designada ciudad por Enrique II, su máximo esplendor culmina en el siglo XVIII. Es en esa centuria cuando ven la luz la mayoría de los edificios que aún se pueden admirar y que son fruto de la pujanza económica vivida por la urbe durante ese tiempo. Son muchos los palacios de esa época en los que se puede apreciar preciosas portadas, escaleras con valiosísimos trabajos de yeserías, balcones corridos y patios enclaustrados muy típicos del lugar.




Palacios como el de Peñaflor, el de Benamejí, el de los marqueses de Cortes de la Frontera o el de Villaseca.
Cada una de sus once torres tiene interés arquitectónico y artístico, y no es extraño ver a los visitantes, como locos, imbuidos por la fiebre de las torres, ir de una a otra intentando unir estilos, alturas y formas para abarcarlas todas.



Uno de los campanarios más llamativos del conjunto de torres que ha dado fama a Écija es el de la iglesia de Santiago, ejemplo del resultado "favorable" del devastador terremoto de Lisboa de 1755. Me explico. Las torres que formaban parte de los templos que entonces existían, quedaron tras el terremoto seriamente dañadas o desmochadas, así que se rivalizó por erigir las más vistosas y atrevidas.





Écija hay que pasearla, vivirla al sol o a la sombra, metérsele dentro y dejar que entre dentro de nuestros sentidos.



Grandioso y vigilante
El palacio de los Marqueses de Benamejí es una de las obras más notorias de barroco civil andaluz, y es el prototipo del palacio ecijano. Su preciosa fachada con portada y miradores, guarda dentro las caballerizas y el patio apeadero, otro con galerías, una monumental escalera y una casa de labor aneja con acceso propio que se puede ver perfectamente desde el mirador de una de las torres.

Tanta espectacularidad y perfección constructiva no podía dejar de ser admirada por los ojos de los actuales visitantes de Écija, así que fue plena y perfectamente restaurado y ahora alberga el Museo Histórico de la ciudad.

Desgranando el interior, nos quedamos con varios puntos de interés, como la escalera, alineada a eje con la entrada, bajo un enorme arco que le da un aire muy teatral y que impresiona nada más entrar al patio central.

En ese mismo patio, que guarda una fuente central, disfrutamos de una preciosa galería con arcos en mármol jaspeado, que nos invita a subir a los pisos superiores.

En ellos se encuentra el fondo de Patrimonio Histórico más rico de Andalucía, centrado en los hallazgos de la Prehistoria, pero con presencia de elementos de todos los periodos posteriores como las estelas de guerreros Tartesos, el abundante legado romano y avanzando un poco más los testimonios de la Edad Media visigoda y musulmana hasta llegar casi a la actualidad, con una visión de conjunto de la evolución urbana de la ciudad.


Más arriba, casi tocando el cielo, las dos preciosas torres, desde donde podemos disfrutar de un auténtico "skyline" ecijano, que nos muestra las joyas barrocas de sus torres.



Antes de irnos, acerquémonos a las bodegas de las caballerizas, dedicadas al mundo del caballo, que exhiben carruajes, arreos y otros elementos relacionados con el noble bruto, incluyendo un documental sobre Écija muy interesante.

Palacio de Peñaflor, el ave fénix de Écija
Casi de entre las ruinas volvió a la vida este edificio, uno de los monumentos civiles más singulares del magnífico barroco andaluz. Y en parte, no es de extrañar el poder de revivir que posee, ya que, de hecho, se edificó sobre una residencia anterior que databa de la Edad Media.


Todo esto ocurría alrededor de 1717, cuando se decide construir el actual palacio, con unas obras que se alargaron hasta 1775.

Su fama de único y singular, le viene dada por su largo balcón corrido que sigue la curva de la calle, donde muestra pinturas al fresco policromadas, de paisajes con perfiles y marcos arquitectónicos y "trompe l'oeuil", obra de Antonio Fernández.

Como suele ocurrir en España, donde la picaresca reina por encima de los valores históricos y artísticos, el palacio sufrió los varapalos del egoísmo y la avaricia, ya que en 1958 la viuda del marqués de Peñaflor legó el edificio y todos su bienes a una fundación, que nunca cumplió sus fines y vendió tierras y palacio, éste último en 1992 al Ayuntamiento de Écija, que también adquirió su archivo histórico, de un valor incalculable.

Cayó en la desidia de las administraciones públicas, otro mal endémico de la Iberia de todos los tiempos e incluso en la década anterior a la actual se intentó convertir en un hotel, lamentable idea que hubiera desfigurado el valioso interior del palacio.

Suspendido el proyecto, se encuentra en la actualidad abandonado, repleto de materiales de la obra comenzada y sujeto a un preocupante deterioro, inaceptable y escandaloso en un Monumento Nacional de tanta importancia.
Una de las once torres
Son varios los tesoros que tiene la iglesia de San Gil, en Écija. Uno de ellos, el más llamativo, es su preciosa torre barroca, levantada sobre la anterior que quedó totalmente destruida tras el terremoto de Lisboa de 1775. Aprovecho para no dejar pasar la oportunidad de contar la leyenda de las torres de Écija, que relata como la ciudad, que era tenida como una hermosa mujer, estaba enamorada del Sol. Ella quería tenerle tan cerca que recurrió a un pacto con el diablo al que prometió la construcción de doce torres a cambio de su alma. Cuando estaba a punto de concluir la construcción, un rayo caído en 1892 sobre la torre de Santa Bárbara, enviado por el Creador, castigó a la ciudad-mujer y la obligó a colocar en cada torre una campana para general conocimiento de su vanidad y malas artes.


No deja de ser leyenda, evidentemente. Aunque podemos ver en la figura de la mujer, la competencia entre los distintos barrios de la ciudad para levantar una torre más bella y más alta que los otros.

Pero centrémonos en la iglesia, que es realmente hermosa.
La exquisita combinación del gótico con el mudéjar, da como fruto un templo sencillo pero no falto de florituras y adornos, aunque sin caer en el exceso, es decir, hay paredes "vacías", blancas, aunque luego el espacio sobrante lo rellene el más abigarrado barroco de los retablos.

Las imágenes que custodia son de gran importancia y devoción en la ciudad, sobre todo la espectacular y expresiva del Cristo de la Salud, considerado uno de los crucificados más hermosos de Europa.


Hay una leyenda que dice que el Alcázar de Écija se sitúa debajo de la iglesia y que lo que se halla en sus sótanos también podría ser la cámara de oro y de riquezas del califa que gobernó Astigi, la antigua Écija, durante el gobierno musulmán en Al Andalus.

¿Qué sería del mundo sin leyendas?
Las leyendas alimentan el espíritu y la historia, para bien o para mal.
Santa María, una de las mayores iglesias que tiene Écija, no iba a ser menos y presenta algunas de dudoso carácter adoctrinador; como la que cuenta que un domingo de Ramos, mientras el santo Ferrer oficiaba la misa, una "judía" no prestaba atención a sus palabras, por lo que le cayó la puerta de la iglesia encima y el santo tuvo el poder de revivirla, y evidentemente ella se hace cristiana... O la del físicamente imposible milagro de San Pablo, que anudó los dedos de un joven para advertir sobre los pecados de los creyentes y que se desataron al pasar la mano por la cruz...




Al margen de estas historias de muy dudosa certeza, lo que si que es real y está históricamente demostrado es que la iglesia hunde profundamente sus raíces en la historia. Tanto que sus orígenes datan de 1240, cuando Fernando III la funda, junto con otros templos de la reconquista.




Tan arraigada tiene su responsabilidad histórica, que incluso debemos visitar el conjunto de obras arqueológicas de diferentes períodos y culturas (ibérico, romano....) que forman el museo parroquial situado en su claustro.




Paseando por el interior de la iglesia, no dejamos de asombrarnos de la riqueza de los retablos barrocos y de la habilidad artística de los artesanos que los trabajaron.
La imaginería tiene en esta iglesia suma importancia, ya que es salvaguarda de las imágenes de más devoción de la Semana Santa ecijana, como un Jesús Cautivo de gran expresividad y serenidad.




Una Virgen del Rocío y un pequeño Jesús Predicador reciben también la adoración de los fieles.




Antes de irnos, un vistazo a la impresionante fachada, con una portada en estilo barroco, diseñada por Figueroa y cobijada bajo un arco muy elevado, de un efecto sorprendente, motivando una de las entradas más originales del barroco andaluz del siglo XVIII, perfectamente adornada y ennoblecida con puertas de caoba y clavos de bronce.
Para acabar, miremos arriba, a la torre, una casi gemela de la Giralda de Sevilla.

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