martes, 5 de mayo de 2020

Recorriendo la provincia de Sevilla ( y V)

 De un dragón y un castillo.

Es curioso ver como lo que en principio parece incongruente, anacrónico o sencillamente fuera de lugar, consigue encajar de una manera u otra en el marco en el que se encuentra.
Y eso pasa con el Puente del Dragón de Alcalá de Guadaira.

Los 123 metros de largo del paso elevado dan para mucho, arquitectónica y artísticamente, y si no que se lo digan a su creador, Jose Luis Manzanares, que puso en él toda su imaginación. Y de ella surgió el dragón, o más bien del cerro donde se levanta el castillo de la ciudad, que cruza el río Guadaira y sirve de entrada y salida a la misma. De esta manera, el dragón defiende una de las fortalezas almohades más grandes de España y al tiempo da la bienvenida a los que quieran visitarla.


La influencia del genial Gaudí en la obra es absoluta. No hay más que ver las escamas que recubren al dragón, azulejos que se unen según la técnica del trencadís del insigne catalán.



Colores y formas sinuosas se funden en la figura del monstruo mitológico que como la leyenda nos cuenta, se cubrió de joyas de brillante colorido y que duerme, en una mina abandonada bajo la colina del castillo.
La Gran Fortaleza
El castillo de Alcalá de Guadaira ha sido escenario de decenas de batallas y escaramuzas en un tiempo en que las fronteras cambiaban de dueño de la noche al día. Encaramado sobre un alcor, el castillo acoge el viejo alcázar árabe, extendido sobre una planta irregular en torno a dos patios y una muralla sembrada de puertas, torres y barbacanas. Cayó en manos de Fernando III el Santo, mediado el siglo XIII.



El acceso puede hacerse por carretera o bien por un camino peatonal un poco abandonado que sube desde el frente de la ciudad, justo al lado del famoso Puente del Dragón.
Una vez arriba, son varios los puntos que debemos visitar para hacernos una idea de la magnitud de la fortaleza.




Lo primero la torre del Homenaje, insertada en pleno patio de armas y guardada por las murallas y 11 torres defensivas con un interior almohade de saledizos y bovedillas que recuerdan claramente a la Alhambra granadina; el mismo patio de armas y el camino de ronda por los que se movían los soldados de guardia y lloraron sus desventuras el maestre de Calatrava, Diego García de Padilla, el Arzobispo de Braga, Juan Cardellas el propio Conde de Osuna, Pedro Girón; desde sus atalayas, observamos el caserío de Alcalá "de los panaderos", que fue pueblo antes que villa histórica cuando las riberas de su río estaban pobladas de molinos harineros, donde se elaboraba el principal ingrediente del pan, santo y seña de la ciudad. El siglo XVIII transformó la pasión por los molinos en amor por los monumentos barrocos, que poblaron la ciudad.





Objeto de deseo y objetivo de las luchas entre las casas de Medina Sidonia y la Mina, permaneció siempre inexpugnable, inalterable al paso del tiempo pero transformado mil y una veces por las reformas que a lo largo de los siglos creyeron convenientes sus ocupantes, árabes o cristianos.




En él se escondió la Virgen del Águila durante la dominación musulmana y en las oscuras cavernas que esconde el cerro sobre el que se levanta, vive el dragón que vino de los lejanos reinos del norte de Europa, que cada noche, vigilante eterno, sobrevuela el castillo para cuidar de sus pobladores, y de vez en cuando desciende hasta su réplica de cerámica sobre el río para contemplarse incrédulo y asombrado...




Cazalla de la Sierra, un auténtico pueblo serrano
Habitado desde los tiempos del Neolítico casi permanentemente, Kazala, tal y como la llamaron los árabes, ha sido, desde siempre paso obligado, parada y fonda en el camino a Extremadura.


Sufrió muchísimos altibajos en su historia, sobre todo con los episodios de las disputas entre los bandos del Duque de Medina Sidonia y del Conde de Arcos.
Fue solo a partir del siglo XV cuando consiguió la estabilidad y el crecimiento económico gracias a la industria de sus vinos de gran calidad, que eran incluso exportados a América, y la subida estratosférica de la fabricación y exportación del famoso anís de Cazalla.


Todo ese vaivén económico puede verse caminando por sus calles y callejuelas, que alternan los grandes palacios con las más humildes casuchas, las ermitas más sencillas con la grandiosidad de los grandes templos como Nuestra Señora de la Consolación, las plazuelas entre casas o la imponente Plaza Mayor, con sus casas barrocas y renacentistas.


Por todo el pueblo se levantan conventos que funcionaron como antiguas hospederías y casas señoriales que dan fe y atestiguan el gran pasado de la ciudad.
Recia como un castillo
Como corresponde a toda iglesia prioral que se precie, y mucho más si se levantó en época tan convulsa como el siglo XIV, la de Cazalla es toda una fortaleza hecha templo; no en vano sigue aún adosada a luna de las puertas que se abría en las antiguas murallas almohades.
Mezcla de estilos y voluntades, producto de las sucesivas reformas que ha sufrido a lo largo de su larga existencia, presume de sus altísimas y renacentistas bóvedas de casetones y pilares gruesos como árboles añejos.


Los muros pueden competir con los de cualquier fortaleza española en grosor y resistencia y la altura, en correspondencia con la base, la convierten en una especie de rascacielos medieval. Es realmente impresionante.


Dentro sigue la austeridad, fundiendo de nuevo los estilos artísticos de tantos siglos de historia, con retablos barrocos, imágenes renacentistas y de gran valor artístico y devocional como las de La Burrita, el Cautivo, La Esperanza o el Santo Entierro.


Como curiosidad, a esta parroquia le faltó una columna más para poder ser Santa Iglesia Catedral. No sabía yo eso de las columnas catedralicias. ¿Y ustedes?
Un rincón poco conocido
En el corazón de la antigua judería de Utrera encontramos este curioso y pequeño laberinto de calles. Lo que hoy en día es un blanco conjunto de casas particulares que albergan en sus bajos pequeños bares de tapas y modernas vinateras, fue en su momento la sinagoga de Utrera, hospital de la Misericordia y orfanato.


De ahí viene el nombre, de todos aquellos pequeños que no tuvieron la suerte de criarse con sus propias familias, y se vieron abandonados y perdidos en esta institución. Por alcance cristiano, que a todo quiere sacar provecho y enseñanza, hace referencia también al momento en que Jesús de niño se pierde en las calles, encontrándole sus padres en el Templo.


Hubo también un colegio, donde según se dice estuvieron a punto de morir todos los niños durante unas inundaciones que se llevaron por delante medio pueblo y que se recuerda con un azulejo que marca la altura a la que llegó el agua.


El rincón de obligada visita es la fachada de una de las casas particulares que forman el pasaje, donde encontramos una composición en azulejo que nos muestra la imagen de Jesús y que sustituye desde mediados del siglo pasado a un retablo en madera con la misma temática.
Un lugar mágico, sin duda.

Ciudad de historias
El arte de Andalucía también se llama Utrera. Sones de guitarra y voces quebradas de cante jondo inundan el aire de esta capital del flamenco enclavada al sureste de Sevilla. Presume Utrera, y con muchísima razón, de su larga nómina de hijos ilustres, que incluye cantaores, dramaturgos e incluso algún que otro bandolero.


También tiene un gran historial de desastres que hicieron mella en sus historia y en su desarrollo humano y económico, como las epidemias de peste que casi acaban con su población, las continuas conquistas y reconquistas por parte de árabes y cristianos, los desastres de la Guerra de la Independencia y la ocupación de la villa por las tropas francesas...Esta historia de esplendores y miserias tiene su reflejo en la ciudad, que presenta algunos importantes monumentos arquitectónicos junto a restos del caos.




De cualquier manera el conjunto que presenta Utrera es de una elegancia notable, y muestra el verdadero amor que tienen sus habitantes por ella.


Desde lo más alto
La enorme mole gótico-renacentista de la parroquia de Santa María de la Mesa, se levanta desde el siglo XV en la parte más alta de Utrera, oteando, con su esbelta torre el paisaje sevillano.



Impresionan todos sus rincones, sus esquinas y alturas.
La monumentalidad de la Puerta del Perdón que encontramos de frente, como parte de la torre y en un lenguaje nuevo, renacentista, que en algunos casos como éste, presenta resultados de gran espectacularidad, se ve reforzada por el gran espacio que se abre ante ella, como si de un escenario de teatro se tratara.



El gigantesco arco, apoyado sobre columnas y decorado con gran profusión, logra claramente llegar al fin con el que fue creado, impresionar y narrar las historias de la Biblia y la Asunción de la Virgen de manera gráfica e instructiva, que era la manera en que el pueblo iletrado debía ser adoctrinado por la religión.



Más arriba, se nota la mano del arquitecto de la torre en ella y en la Giralda de Sevilla, ya que ambas son del mismo autor, Hernán Ruiz el Joven. Los jarros de azucenas son inconfundibles.




Quizá estas dos sean las características más destacables del exterior de la iglesia y poco más puedo contar, ya que el interior permanecía cerrado en el momento de mi visita.
Eso si, los utreranos me recomendaron no dejar de volver y visitar a la Virgen de los Tres Deseos, ya que según parece, si al pasar ante Ella se los pides, se cumplen. Voy pensando que pedirle.....
Sevillana y gaditana
Porque está casi en el límite, entre Sevilla y Cádiz, entre el mar y el río, entre los olivares y el salitre.
Lebrija se levanta en una fértil campiña, igual de fértil que la mente de sus ciudadanos ilustres, como el humanista Antonio de Nebrija, cronista de los Reyes Católicos.
Bien es cierto que la ciudad, desde siempre ha sabido fomentar el arte en sus más diversas manifestaciones lo que la convierten en tierra del buen cante jondo y madre del afamado teatro lebrijano.


El punto de origen de la ciudad se encuentra, como en otras tantas ciudades de la geografía española, en un cerro cercano que conserva los restos de un fuerte castillo, marcado por el paso militar de romanos y árabes. Como también es habitual, a los pies de la fortaleza fue extendiéndose poco a poco el caserío.
Los avatares históricos que tuvieron a Lebrija como escenario, sus distintas épocas y su muy lejano periodo de existencia, han dejado sobre sus calles y plazas un precioso legado cultural, como la mezquita almohade, la ermita de Nuestra Señora del Castillo o las Casas Consistoriales y el Convento de Recoletas.


Hoy Lebrija es una ciudad dinámica y emprendedora que está llevando a cabo, de un modo modélico, una profunda transformación industrial, pero que sigue guardando con celo su pasado más auténtico.
Patrona de Lebrija
El templo más grandioso e interesante de la localidad es sin duda éste de La Oliva, que sitúa en plena plaza del Rector Merina y es nada menos que la remodelación de una antigua mezquita almohade que se adapta al culto cristiano en 1249.


Ahora, esta mezcla de edificio mudéjar, gótico, renacentista y barroco parece girar en torno a su joya más valiosa el retablo y la Virgen, obra del genial Alonso Cano.



En sí misma la iglesia es una joya de indudable valor arquitectónico e histórico, con esa mezcla de lo árabe y lo hispano que sólo se da en nuestra tierra y con detalles que llaman poderosamente nuestra atención, como los azulejos encastrados en las paredes o la cantería que como si fuera una portada exterior, embellece varios de los accesos a la iglesia.


El edificio dispone además de dos hermosos patios, el de Los Naranjos y el Patio de la Clavería, reformado recientemente.


En la sacristía se encuentra un museo de gran interés artístico que bien merece una tranquila visita.




De todo el conjunto arquitectónico me quedo, sin dudarlo, con el maravilloso giraldillo y la torre que lo sustenta, auténtico faro e imán de la ciudad de Lebrija.

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