jueves, 3 de septiembre de 2020

Tenerife, el Paraíso en el Atlántico (I) Santa Cruz de Tenerife (III)

 Cruzando el Barranco de Santos visitamos la Iglesia de la Concepción, levantada en 1500 para honrar a la Santa Cruz, símbolo de la ciudad y de su conquista por parte de los castellanos.

Más tarde, en 1638 el templo cambió su advocación, tomando el nombre de Nuestra Señora de la Concepción. Arrasado casi hasta sus cimientos catorce años después, fue reedificado en 1653 y ya en 1786 se le añadió la esbelta torre que puede verse desde muchos puntos de la ciudad, sobre todo si llegamos a la capital por mar.

Una de sus múltiples peculiaridades es su estilo, casi exclusivo en Canarias, al ser barroco canario de influencia toscana y con 5 naves, algo único en el Archipiélago. Preciosos son los balcones de la fachada principal y su contenido más valioso, ya que guarda la llamada Cruz fundacional, aquella que hincó en tierra Alonso Fernández de Lugo tras desembarcar en la playa cercana al templo, y que escoltan dos santos canarios, el Hermano Pedro y el Padre Anchieta.


Dentro. la imagen de la Virgen titular del templo, la Inmaculada Concepción, la Virgen de la Esperanza Macarena y Jesús Cautivo, Santiago Apóstol (Patrón de la ciudad) y un Cristo del Buen Viaje al que se encomendaban los emigrantes que iban a América acuciados por el hambre.


Muchas otras joyas guarda la Parroquia, como las lápidas y tumbas de grandes prohombres de Santa Cruz, un órgano del siglo XIX de origen inglés, la reliquia de San Clemente I de Roma, otra de la Vera Cruz, las banderas tomadas a los ingleses en el fallido intento de conquista de la ciudad, una imagen de la Virgen de la Consolación que según la leyenda, fue la primera en ser venerada en la isla y sobre todo la exquisita y valiosa capilla de la familia Carta.


La plaza que antecede a la puerta de la torre guarda otro lugar histórico, rodeado hoy por edificios de traza canaria unos y eclécticos otros.



Se trata del lugar, donde según los historiadores y cronistas de la ciudad los conquistadores celebraron su primera misa tras el desembarco, marcada hoy con una cruz de piedra simbolizando la de madera que se guarda hoy en el templo.

Nos desviamos un poco para visitar uno de los símbolos y centros culturales más importantes de la ciudad, el conocido como TEA o Espacio de las Artes.

Todavía guardo en mi memoria el tiempo en que aquí tan sólo había casas medio derruidas, antiguas, solares llenos de escombros y basura y se consideraba el límite de la ciudad tras pasar el barranco de Santos. Hasta que llegaron los años de remodelación y de modernización que una nueva Santa Cruz necesitaba.

Espacio y terreno había para el cambio. Más de 20.000m² fueron el escenario donde dos arquitectos suizos, Herzog y Meuron levantaron esta mole de cemento armado, bajo la dirección del canario Virgilio Gutiérrez.



El nuevo complejo albergaría no sólo un museo, sino también un centro de arte contemporáneo, el Centro de Fotografía Isla de Tenerife, la Biblioteca Municipal Central, salón de actos, restaurante, tienda y varias oficinas municipales relacionadas con el cuidado del patrimonio y la cultura.


Desde su apertura en octubre de 2008 ha sido sede de muestras de valor incalculable de los más prestigiosos artistas mundiales en todas las disciplinas artísticas, artísticas, así como la edición bianual fotográfica conocida como Fotonoviembre.


Rampas, escaleras y cristaleras prestan cohesión al conjunto de volúmenes que conforman el edificio que parece moverse en varios niveles aprovechando el costado del barranco junto al que se asienta.



A pocos pasos del TEA se encuentra uno de los edificios más queridos por los chicharreros, el Mercado de Nuestra Señora de África.

Fue el Capitán General de Canarias, el general Serrador, quien en 1944 decidió que la antigua Recova era ya insuficiente para la ciudad y que esta requería urgentemente un lugar mayor y nuevo donde establecer su mercado. Por ello encargó al arquitecto Marrero Regalado diseñar un espacio donde tuvieran cabida locales que pudieran proveer a la ciudad de productos frescos que tanto necesitaba Santa Cruz.

Para conectarlo con la ciudad de manera segura y estable, se construyó al tiempo el Puente Serrador, que cruzaba el barranco y conectaba el nuevo mercado con la Calle Castillo, principal vía de la ciudad.
Su estilo colonial y neoclásico casa con otra obra del mismo arquitecto también fundamental para el alimento (esta vez espiritual) de los chicharreros, la basílica de Nuestra Señora de la Candelaria. Tres enormes patios, que recuerdan ese estilo español del sur de la península, abierto al aire libre, precedidos por un enorme arco y una torre de aires árabes le dan aspecto de fortaleza, como para recordar la vida castrense de su impulsor.

El nombre le viene dado por la Virgen de África, patrona de Ceuta, cuya pequeña imagen comparte titularidad con otra de iguales características de la Virgen de Candelaria, situadas ambas en dos pequeños nichos dentro del mercado. Los santacruceros se volcaron con el nuevo espacio comercial y raro era quien no llenaba sus despensas y fresqueras con la gran variedad de productos que allí podía encontrarse. Pero a mediados de los años 70 todo cambió.

Alejado del centro de la ciudad y sólo accesible en coche o camión, vehículos que ya podían ser comprados a muy buen precio por las familias tinerfeñas, se construyó Mercatenerife, un mercado mayorista cuyos precios eran difícilmente superables. Nuestra Señora de África vio como la fidelidad de sus clientes era superada por la posibilidad de ahorrar bastantes pesetas y comprar gran cantidad de alimentos en un mismo sitio.

La década de los 80 supuso el golpe de gracia para el mercado, casi una estocada de muerte, ya que fue el momento en que empezaron a desembarcar en la isla las grandes cadenas de supermercados, las grandes superficies y los locales de comida rápida. La sombra del cierre planeaba sobre el lugar, ya que cerraron muchos puestos y otros se encontraban en condiciones realmente insalubres.

No fue hasta 1995 cuando los pequeños empresarios que quedaban dentro del mercado decidieron unirse en una cooperativa que autogestionaría la marcha y prosperidad del lugar. Esto significó el renacer de la actividad casi hasta el nivel de sus mejores tiempos, convirtiéndolo en un referente de tal importancia que hasta el periódico inglés The Guardian lo calificó como uno de los diez mejores mercados del mundo en 2019.

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