miércoles, 9 de septiembre de 2020

Tenerife, el Paraíso en el Atlántico (II) San Cristóbal de la Laguna (I) Punta del Hidalgo, Bajamar, Tejina y Valle de Guerra.

Volvemos al mar para conocer la costa lagunera antes de entrar en los vericuetos históricos y arquitectónicos de la ciudad.

Nuestro punto de inicio será la Punta del Hidalgo.


Fue durante décadas y aún lo sigue siendo, punto y destino de vacaciones de muchos laguneros y tinerfeños, que acuden año tras año a disfrutar de playas de arena negra como El Roquete, el Arenisco y Los Troches, y como no, de los charcos y piscinas naturales tan habituales en la orografía volcánica de la isla.

Se ha llegado a la conclusión, según las fuentes históricas, de que su nombre proviene del que fue su gobernante o mencey, Zebenzuí, al que correspondió esta zona de la isla en el reparto de tierras entre los dirigentes guanches de Tenerife. Los conquistadores dieron en llamar "hidalgos" a estos nobles monarcas y éste en concreto fue conocido como "el pobre" dada la aridez de la zona.
Pero si algo llama la atención en este punto de la costa es su faro.


Con un diseño elegante y sobrio, este faro de 50 metros de altura, destaca por su refulgente color blanco que contrasta con los negros y ocres de las coladas volcánicas sobre las que se levanta.
Construido a principios de los años 90 para completar el círculo de 7 faros que custodian y vigilan la costa de la isla de Tenerife, los materiales para su estructura fueron traídos desde la península, e incluían algunos innovadores, como piedras de río y un nuevo tipo de hormigón que posee cualidades espectaculares de resistencia a las peores condiciones climáticas.



La estrechez de su estructura hizo que no pudiera contar con una casa para el farero, que de todas formas no se encontraba en los planes del ingeniero, ya que el faro se controla a distancia desde la Autoridad Portuaria.


Al igual que Bajamar, la punta cuenta con una maravillosa piscina natural, menos masificada y con unas vistas espectaculares.


Seguimos bordeando la costa por la carretera que nos lleva hasta Bajamar.


Antes del "boom" turístico de sur de la isla, que colocó a Tenerife entre los primeros lugares en las preferencias de los viajeros europeos que buscaban el calor y la luz del sol, esta zona del norte, allá por los años 60 y 70 era el destino favorito de los chicharreros para pasar sus vacaciones o simplemente disfrutar de un refrescante fin de semana cerca de sus hogares.

Se edificaron pequeños hoteles, bloques de apartamentos e incluso un club náutico alrededor de tres piscinas naturales y una pequeña playa, que como imanes atraían a los habitantes de La Laguna y Santa Cruz. 
El agua transparente y fresca, que llena las piscinas dos veces al día al ritmo de las mareas, la variedad de servicios y zonas para tomar el sol y el aroma atrayente que sale de las cocinas y bares han conseguido que Bajamar siga siendo uno de los lugares preferidos por los tinerfeños para sus días de descanso.

Anteriormente, en las décadas siguientes a  1930, los charcos naturales, formados por la lava, habían sido protegidos del oleaje por muros de hormigón y cemento.



Fue en los años 60 cuando las piscinas adquirieron su forma y tamaño definitivos y con ello se llegó al pico de afluencia de veraneantes. A finales de los 70, la construcción del Aeropuerto del Sur y el auge del turismo en Playa de Las Américas y Los Cristianos, derivó a los viajeros procedentes de Europa y a muchos tinerfeños al sur de la isla, con lo que Bajamar comenzó su declive.

Hoy, el lugar sigue siendo sin embargo, punto de referencia de muchos surfistas que agradecen el fuerte oleaje que bate la zona y que es responsable del flujo constante de agua limpia y fresca que llena las piscinas.






Dejamos la costa lagunera y nos acercamos al pueblo de Tejina, famoso por su Fiesta de los Corazones en honor a San Bartolomé.

El templo, que empezó siendo una simple ermita a finales del siglo XVI, se edificó para que los tejineros pudieran asistir a los oficios religiosos sin tenerse que desplazar a la Parroquia de La Concepción en La Laguna.


Cuando la población creció debido al auge de la agricultura y los servicios, se hizo necesaria una ampliación, con lo que la primitiva ermita desapareció y se levantó la actual iglesia.


Como he apuntado antes, tanto la iglesia como su plaza son el marco donde cada agosto se celebra la famosa Fiesta de los Corazones.
Esta multitudinaria celebración se basa en la elaboración de grandes estandartes en forma de cruz con dos corazones de madera que se cubren totalmente con flores, frutas y tortas de harina. Los tres barrios que "compiten", llevan estas obras de arte a la plaza de la iglesia con gran alegría y también esfuerzo, ya que llegan a pesar hasta 900 kilos y medir 12 metros de altura. Una vez allí cada barrio critica el corazón de los otros dos de manera jocosa y con mucha picardía.

A pocos kilómetros de Tejina encontramos otro núcleo de población, Valle de Guerra, que los chicharreros solemos simplificar diciendo Valleguerra. Desde siempre, lo llano de su terreno y su clima benigno le han regalado unas condiciones perfectas para el cultivo tanto de flores como de frutales y verduras, siendo una de las localidades más importantes de la isla en cuanto a producción agrícola.

Pero si por algo es conocida Valleguerra es por la celebración de la Librea, en honor de la Virgen del Rosario cada 7 de octubre. En ella se escenifica el desfile de los barcos que acompañan a la Virgen hasta la plaza y la posterior batalla de Lepanto, en la que lucharon los turcos y la Liga Santa.

Sorprende el tamaño de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, rica en tallas religiosas y dorados retablos.


La enorme plaza permite construir escenarios para las distintas celebraciones que tienen lugar a lo largo del año, entre ellos la nombrada Librea.

Dejamos atrás la costa y vamos subiendo hacia la capital del municipio.

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