martes, 8 de septiembre de 2020

Tenerife, el Paraíso en el Atlántico (I) Santa Cruz de Tenerife (VIII)

 Antes de desandar nuestro camino hasta Santa Cruz, conviene tomar un desvío que nos lleva por una carretera hasta Igueste de San Andrés, aunque a mitad de camino podemos hacer una parada en la pequeña playa de Las Gaviotas, de arena negra.

Igueste es un tranquilo pueblo que al estar bastante alejado de la ciudad y tener hasta hace poco un acceso no demasiado fácil, ha mantenido mucho de su carácter y costumbres.

Adosado al Parque Rural de Anaga, es famoso por su producción agrícola, sobre todo de árboles frutales que crecen maravillosamente en las huertas y laderas.
Tiene también una playa de arena negra y de él parten numerosos senderos que recorren la cordillera de Anaga, siendo referencia el llamado Semáforo, construido en el siglo XIX como atalaya y estación telegráfica que asegurara una travesía en condiciones a los barcos que navegaban por la zona.


Volvemos atrás y antes de abandonar el pueblo de San Andrés tomamos un nuevo desvío, que pasando por El Bailadero nos llevará a otra joya escondida de la isla, el Macizo de Anaga.
Sigamos la carretera hasta el final y apareceremos casi sin darnos cuenta en una maravillosa playa, Benijo.
Dejemos nuestro coche justo delante de esta casa y bajemos el sendero que nos lleva al mar.

Según bajamos el camino ya vamos viendo que el entorno salvaje y la espectacular vista, hacen de esta playa un enclave único y de una fotogenia difícil de superar.

No esperemos una playa con bares, tumbonas o sombrillas, sino un pequeño paraíso de arena negra con la posibilidad incluso de practicar nudismo y disfrutar de uno de los atardeceres más espectaculares de la isla.

Aquí el Atlántico muestra su lado más salvaje, por lo que debemos extremar las precauciones a la hora del baño, ya que hay corrientes muy fuertes.

Los roques de Benijo y la Rapadura son los únicos habitantes permanentes de la playa y dan cobijo a numerosas especies de aves.

Recomiendo, antes de visitarla, consultar los horarios de marea, ya que el agua sube de tal manera que la playa desaparece casi por completo y podemos hacer el viaje en balde.


Volviendo a retomar la carretera que nos ha traído hasta su final, nos detenemos en la Playa de Almáciga y el Roque de las Bodegas.

Este enclave fue fundamental para la actividad agrícola de la zona hasta el siglo XX, ya que su embarcadero permitía el movimiento de los productos del campo e incluso de la población a falta de una carretera en condiciones. El nombre le viene dado por las bodegas que aquí existían y que eran el lugar donde se elaboraba el afamado vino de Taganana.

Tan sólo un par de familias vivían a principios del siglo pasado en la costa, y fueron ellos los que al nacimiento de los años 70 decidieron abrir varios bares y restaurantes para ofrecer el exquisito pescado de la zona, acompañado de su afamado vino.





Nos dirigimos ahora a nuestro último destino en el municipio de Santa Cruz de Tenerife, Taganana, considerado uno de los pueblos más antiguos de la isla, ya que se fundó en 1501, con la llegada de colonos procedentes de Lanzarote y Fuerteventura, aunque siempre estuvo poblada por tribus guanches.

En un principio, la rica tierra de Taganana estuvo totalmente dedicada al cultivo de caña de azúcar, y se cuenta que de aquí se llevaron los plantones que luego se cultivarían en América. Posteriormente, y debido a esa producción masiva en el Nuevo Mundo, el pueblo tuvo que cambiar de rumbo y desarrollar el cultivo de la viña, de las que saldría el afamado vino que se exportaría a Europa. 


No fue hasta 1968 que la localidad pudo contar con una carretera en condiciones, debido a la dura orografía del terreno. A partir de aquí, muy lentamente, comenzaría su desarrollo como núcleo urbano, hasta convertirla en punto de partida, ya bien entrado el siglo XX, de numerosos senderos para conocer el Macizo de Anaga.


No podemos visitar Taganana sin ver la Iglesia de la Virgen de las Nieves, una de las más antiguas de Tenerife, y que guarda el precioso tesoro de un tríptico flamenco del siglo XVI que representa la Adoración de los Magos.




Volvemos por la misma carretera de la cumbre por donde hemos venido, para dirigirnos a otro municipio, San Cristóbal de la Laguna.




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