lunes, 8 de febrero de 2021

Asturias, el Paraíso de los Sentidos (VIII)

 Cruzamos el viaducto que pasa sobre le río Navia y llegamos a este pueblo de las montañas famoso en el pasado por su industria basada en el hierro y hoy por sus productos derivados de él como las famosas navajas de preciosos mangos labrados en madera, otra de las riquezas de la región.


La iglesia de San Martín se levanta, como un faro, guiándonos hasta el centro del pueblo, enorme que parece para un núcleo tan pequeño de casas. Fue levantada en 1714, aunque su aspecto actual se debe a varias reformas y remodelaciones que ha ido sufriendo a lo largo de los siglos.


Su alta y esbelta torre campanario no es la original del templo, ya que en 1952 una tormenta de rayos destruyó la existente y ésta tuvo que ser construida en la década de los 50 del siglo pasado. Se aprovechó para añadirle cuatro campanas, un reloj y la imagen de San Martín de Tours, patrono del templo.



Uno de los muchos atractivos que ofrece el pueblo es el sitio arqueológico de "Os Castros".
Aunque ya se tenía conocimiento de la existencia de estas construcciones al sur del casco urbano de Taramundi, no fue hasta el año 2000 que comenzaron las excavaciones para sacar a la luz esta joya de la Edad de Bronce y Hierro.


El poblado surgió en el centro del valle, en el paso intermedio entre la ría de Eo, que era un importante puerto en época romana, la Terra Cha ( Lugo) y el sur de Asturias.

Lo que hoy podemos ver son los restos de las estancias y murallas que componían el castro, donde los arqueólogos han descubierto objetos y útiles de la época romana como un puñal con su funda, una fíbula y un candil, o la estructura de una terma.

La superficie que abarca en la actualidad supera los 1.000 m², aunque se piensa que pudo tener casi el doble de tamaño, quedando el resto de estructuras perdidas para siempre por las obras que se llevaron a cabo para construir la carretera que lleva a Mazonovo.

Casi todas las viviendas tenían forma circular, estaban hechas en pizarra de la zona y se articulaban alrededor de una calle central, que en época de la dominación de Roma estaban protegidas por una muralla y un foso de 5 metros de profundidad.


Una de las últimas estancias que se han descubierto es la llamada Casa del Druida, con una rampa de piedra que lleva a una bañera de pizarra donde los guerreros recibían su baño purificador de agua caliente y vapor. Este sagrado recinto celta, fue convertido en prostíbulo cuando las legiones romanas asesinaron a los hombres que habitaban el castro y violaron a sus mujeres.


Volvemos al pueblo para bajar en coche hasta otro punto muy interesante de la zona. Por el camino vimos este hórreo que anunciaba una sidrería.


A apenas un kilómetro por carretera se encuentra Mazanovo, el mayor museo de Molinos de España. Ya en sí el lugar en el que se encuentra enclavado rezuma belleza, a orillas de los ríos Cabreira y Turía.

Los antiguos molinos donde los habitantes del valle venían a moler su grano, han sido recuperados y restaurados, para poder dar a conocer los secretos y engranajes de estos ingenios que convierten la visita en una experiencia fascinante.

Para que el visitante tenga una idea casi exacta de la evolución del molino, se han valido de una serie de reproducciones que cuenta la historia del artilugio, desde su nacimiento hasta nuestros días, haciendo que éste interactúe, moviendo manivelas para moler trigo y comprobando lo difícil que era hacerlo a mano, sin ayuda del agua del río.

En total son 19 los molinos que forman el conjunto. De ellos, 8 son manuales, 6 hidráulicos, 2 especiales que se han conservado y restaurado hasta conseguir su forma y tamaño originales e incluso 3 para niños.

Los propietarios del parque de molinos son la cuarta generación de molineros, y la financiación necesaria para su restauración y conservación depende totalmente de lo recaudado por las entradas al espacio cultural.


Para dotar del agua necesaria al conjunto se desvió el curso natural del rio, e incluso se creó de la nada una cascada que puede ser vista desde dos miradores que rodean el entorno.


Si atravesamos el canal que nutre de agua el museo, tendremos la oportunidad de observar algunas curiosidades, como un molino chino hecho totalmente en madera y que se mueve gracias a la fuerza humana, o uno brasileño, ya movido con la hidráulica.


Nos despedimos del lugar con esta maravillosa imagen de una antigua noria aún en funcionamiento.


No dejamos atrás las antiguas construcciones, ya que vamos a desplazarnos hasta Teixois, a unos 4 km de Taramundi.
Al igual que Mazonovo, constituye un valiosísimo conjunto que muestra orgulloso su arquitectura tradicional, que al igual que el anterior esconde ingenios que también basan su movimiento en la fuera del agua, como mazos, ruedas de afilar, una pequeña central eléctrica, un molino o un batán.

Todos estos artilugios representan fielmente el modo de vida de los habitantes de la aldea, ya que por ejemplo con el mazo se elaboraban las herramientas para el campo, el batán golpeaba los tejidos gruesos elaborados en los telares, y los suavizaba y la rueda de afilar mantenía cortantes las herramientas de siega.


Por su parte, el molino pertenecía a varios dueños, que lo utilizaban mediante el sistema de quendas, que se basaba en la cantidad de cereal que produjeran sus tierras, que mientras, se guardaba en hórreos como este.



El conjunto fue abierto al público a finales del los 80, una vez restauradas las edificaciones que se levantan a orillas del arroyo Las Mestas, donde se asienta desde el siglo XVIII. El nombre hace alusión a los bosques de tejos que en el pasado poblaban esta zona del valle.


Al salir del pueblo nos detenemos en la capilla de Santo Domingo, mandada a hacer por Isidro Flores e Inés Santamarina en 1731. En ella se veneran las imágenes del santo titular, de San Pedro y Nuestra Señora de los Remedios.


A pesar de su tamaño posee una espadaña que quizá algún día tuvo una campana ya perdida, y que preside un tejado de losas de pizarra y piedras. El interior puede observarse a través de unos barrotes de madera.


Localizada en una península formada por un brazo secundario de la ría del Eo, Castropol es una villa de casas blancas y tejados grises, que parece aislada de todo su entorno. Fundada a comienzos del siglo XIV por el obispo de Oviedo, hunde sus raíces en los cimientos de un antiguo asentamiento romano.


Desde mucho antes de llegar a la villa puede verse la inconfundible silueta de la torre de su iglesia, la de Santiago Apóstol, cuyas paredes se levantaron en el siglo XVI y a la que se añadió el vistoso campanario con cubierta de pizarra y aguja en el XIX.


Castropol gozó de su época de esplendor en los siglos XVIII y XIX, cuando tuvo su auge comercial, administrativo y marítimo gracias a los astilleros de la Lieira. Sin embargo, Vegadeo y Ribadeo, sus vecinas, que no querían quedar atrás la hundieron en una crisis comercial de la que no pudo salir hasta finales del siglo pasado, gracias al turismo y a un polígono industrial que se levantó en el cercano Barres.


De las varias construcciones civiles y religiosas de Castropol, sin duda me quedo con la casa palacio de los Bermúdez, también conocida como Villa Rosita.


El edificio perteneció a la familia de Don Pedro Bermúdez, que fundó el Hospital de Santiago para pobres y peregrinos tras el incendio de la villa. Hoy, llama la atención por sus paredes cubiertas de roja hiedra.

Pero es desde la Plaza del Ayuntamiento desde donde se tiene una preciosa perspectiva del paisaje natural donde se asienta la península, ya que de un vistazo y en marea baja disfrutaremos del espectáculo que forma la marisma de este recodo de la ría de Ribadeo o del Eo.





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