jueves, 5 de junio de 2025

Madagascar. Una isla de leyenda, un mundo aparte (I) Antananarivo




A finales del siglo XVII, el mar estaba plagado de bucaneros y corsarios que buscaban refugio y un lugar donde fundar un idílico país poblado exclusivamente por piratas del mar.
Uno de ellos, algo más instruido que los demás, llamado Misson, fletó un buque de guerra, y llenándolo con una tripulación de 200 hombres se hizo a la mar para recorrer las costas de África.
Cuando doblaban el cabo de Buena Esperanza y enfilaban el Océano Índico, apareció ante ellos Madagascar con sus playas de arena blanca, que precedían a una tierra fértil y llena de manantiales de agua dulce. Fue allí donde decidió fundar Libertalia. Pero esta utopía duró poco, ya que los nativos bajaron de la montaña y el lugar quedó arrasado.

Con el tiempo, la isla quedó unida a la leyenda, y fue destino de árabes, franceses, portugueses, indonesios, chinos y africanos, que convirtieron la isla en un crisol de culturas.
Tanto tiempo lleva aislada del continente africano, 165 millones de años y de la India 88, que su ecosistema ha evolucionado de forma independiente al del resto del planeta, con alrededor de un 90% de su flora y fauna endémica, es decir, sólo se encuentra en Madagascar.

Tras este apunte histórico vamos a conocer en profundidad los secretos del país, empezando por su capital.

Antananarivo, también conocida coloquialmente como "Tana", se encuentra en el centro del país, sobre una serie de colinas en las tierras altas centrales, a una altitud aproximada de 1.300 metros sobre el nivel del mar.

Fundada en el siglo XVII como capital del Reino Merino, Antananarivo tiene una rica historia ligada a la monarquía malgache, la colonización francesa y la independencia nacional. Su nombre significa "la ciudad de los mil", en referencia a los mil soldados que, según la leyenda, protegían al primer rey Merina.

Hoy en día, Antananarivo es el centro político, económico y cultural de Madagascar. Alberga instituciones gubernamentales, universidades, museos, mercados tradicionales como el famoso Zoma, y monumentos históricos como el Palacio de la Reina (Rova de Antananarivo). A pesar de su belleza y carácter vibrante, la ciudad también enfrenta desafíos como el crecimiento desordenado, la pobreza urbana y problemas de infraestructura.

Con una mezcla de arquitectura colonial, barrios populares y zonas modernas, Antananarivo ofrece una mirada única a la vida malgache, siendo el punto de partida ideal para explorar la diversidad natural y cultural del país.

El Mercado de Analakely, ubicado en pleno centro de Antananarivo, es mucho más que un simple lugar de compras: es uno de los espacios más vivos y representativos de la capital malgache. Aquí confluyen sonidos, colores y aromas que reflejan la diversidad cultural de Madagascar.

Este mercado se extiende por una zona histórica de la ciudad, abarcando calles y galerías comerciales que se llenan diariamente de comerciantes, vecinos y visitantes. Desde primeras horas de la mañana, Analakely cobra vida con el ir y venir de personas cargando cestas, negociando precios y compartiendo momentos cotidianos.



En Analakely se vende prácticamente de todo. Los productos cambian con las estaciones, pero la variedad es constante. Podemos aquí encontrar frutas y verduras locales provenientes de las tierras altas, especias y plantas medicinales, ropa, calzado y textiles, artesanía como las famosas cestas tejidas, figuras talladas en madera y comidas preparadas, como arroz con salsa de carne, frituras de harina de arroz (mofo), o snacks dulces a base de cacahuetes. Más allá del comercio, Analakely es un lugar donde se vive la ciudad. Es un punto de encuentro, de intercambio, de tradición y modernidad. Pasear por este mercado es observar la vida cotidiana en movimiento, con sus desafíos y su energía única.


Del mercado nos vamos al Palacio de la Reina, conocido localmente como el Rova, uno de los símbolos más importantes de la historia y la identidad nacional de Madagascar. Ubicado en lo alto de una de las colinas más elevadas de Antananarivo, este complejo ofrece no solo una vista panorámica impresionante de la ciudad, sino también un recorrido profundo por el pasado político y cultural del país. El Palacio de la Reina no es solo una construcción majestuosa; es un testimonio de la soberanía malgache, la resistencia ante la colonización y el orgullo de una nación con una historia única. Visitar el Rova es viajar al corazón de Madagascar.


El Rova fue originalmente la residencia real del Reino Merino, que gobernó gran parte de la isla antes y durante los primeros años del contacto con Europa. Su estructura principal fue construida en el siglo XVII, aunque varias ampliaciones y modificaciones se realizaron con el tiempo, especialmente durante el reinado de la Reina Ranavalona I en el siglo XIX.

El complejo incluía varios edificios de madera tradicionales, tumbas reales, salas ceremoniales y, más tarde, estructuras de piedra y ladrillo que reflejan la influencia europea, como el Palacio de Manjakamiadana, construido con ayuda de arquitectos franceses.



En 1995, un incendio devastador destruyó gran parte del palacio, causando la pérdida de muchos elementos originales. Fue un golpe muy duro para el patrimonio cultural malgache. Desde entonces, se han realizado trabajos de restauración, con apoyo tanto nacional como internacional, para recuperar y preservar este sitio histórico.

Actualmente, el Rova está parcialmente reconstruido y abierto al público en visitas guiadas, que explican tanto su significado político como espiritual.

La visita al Rova de Antananarivo permite explorar no solo la historia de la realeza malgache, sino también su arquitectura, rituales, espiritualidad y visión del poder. El complejo está en proceso de restauración, pero aún conserva estructuras originales y reconstrucciones que ofrecen una experiencia profunda y simbólica.

El edificio más icónico del complejo, Manjakamiadana (que significa "donde es agradable gobernar"), fue construido en el siglo XIX bajo el reinado de la Reina Ranavalona II, con diseño del arquitecto escocés James Cameron. Es una fusión de estilos malgache y europeo, Hecho originalmente en madera y luego revestido con piedra, tenía techos en forma de aguja y una torre central. Contenía los tronos reales, objetos ceremoniales, documentos y mobiliario de la corte y aunque fue gravemente dañado por el incendio de 1995, su reconstrucción conserva la forma original y una parte de su interior ha sido restaurada para mostrar elementos de la vida en la corte merina.

Dentro del complejo hay tumbas dedicadas a los antiguos soberanos Merinos. Las más importantes son las de la Reina RanavalonaI, la Reina Rasoherina, la Reina Ranavalona II y la Reina Ranavalona III (trasladada posteriormente)

Estas tumbas son lugares sagrados, respetados por muchos malgaches. Según la tradición, los antepasados (razana) siguen teniendo una influencia activa en la vida, por lo que el respeto a los espacios funerarios reales es fundamental.


Dentro del Rova también se reconstruyen algunas casas tradicionales malgaches de madera, utilizadas por miembros de la familia real o como lugares de ritual. Estas estructuras muestran la arquitectura típica de las tierras altas y su disposición refleja jerarquías sociales y espirituales. Poseen tejados altos y empinados, columnas simbólicas y una orientación específica según la cosmología malgache (norte-sagrado, este-renacimiento, oeste-muerte).



Desde el Rova, ubicado en la colina de Analamanga, se puede disfrutar de una vista privilegiada de Antananarivo y sus alrededores. Se observan el lago Anosy con su isla y monumento, las calles serpenteantes de la ciudad alta y baja, las terrazas agrícolas los barrios periféricos y las iglesias, mercados y plazas coloniales. Es un punto excelente para fotografías y para entender la disposición geográfica e histórica de la ciudad.


En el interior del complejo también existe un museo dedicado a la historia del Reino Merino con objetos personales de los reyes y reinas, réplicas de trajes ceremoniales, mapas antiguos y crónicas coloniales, así como también arte sacro y utensilios rituales.


Varios elementos del recorrido recuerdan el devastador incendio de 1995, con paneles explicativos, fotos de archivo y testimonios. También se presentan los esfuerzos locales e internacionales para reconstruir el Rova, destacando el valor simbólico del patrimonio cultural para el pueblo malgache.

Al frente del palacio se encuentra una plaza ceremonial que se usaba para rituales oficiales, anuncios reales, celebraciones y ceremonias de fidelidad. En ella, los ciudadanos acudían para escuchar discursos o rendir homenaje a los monarcas. Los jardines que rodean el palacio están diseñados al estilo tradicional y colonial, con plantas nativas de Madagascar, árboles históricos, algunos plantados por reinas y espacios tranquilos para la contemplación y fotografía.




Pero vamos a hablar un poco sobre la cocina de Madagascar.
El restaurante Sakamanga (El gato azul), es un acogedor y animado lugar que ofrece una riquísima cocina francesa y especialidades malgaches. Aquí podremos disfrutar de platos como el foie gras casero, el tournedos de cebú con salsa de pimiento verde, el pollo con salsa de vainilla o el sashimi de atún rojo.
Pero nos decidimos por la cocina malgache. Empezamos por un rico filete de cebú a la plancha, que sería uno de nuestros platos favoritos durante todo el viaje. Luego pasamos al ravitoto, que consiste en hojas de yuca machacadas cocinadas con carne de cerdo o cebú.
Finalizamos con romazava, un guiso de carne de cebú troceada, que se cocina con tomate, cebolla, jengibre y bredes, una especie de berros picantes.






Otro día comimos en la piscina, ya que es hotel también, y disfrutamos de una deliciosa pizza y una hamburguesa de carne de cebú.


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