Tras dejar atrás Antananarivo, nos dirigimos a la Reserva Peyrieras, también conocida como Reserva de Reptiles Peyrieras Madagascar Exotic, una pequeña pero fascinante reserva privada ubicada en la región oriental de Madagascar, entre Tana y el Parque Nacional de Andasibe-Mantadia. Aunque es mucho más pequeña que un parque nacional, es uno de los lugares preferidos por los viajeros que desean tener un encuentro cercano con la fauna emblemática de Madagascar, especialmente con reptiles, anfibios e insectos.
La reserva fue fundada por el entomólogo francés André Peyrieras, un apasionado naturalista que se dedicó a estudiar y proteger la biodiversidad de Madagascar. Su intención era crear un centro educativo y de conservación, donde tanto locales como turistas pudieran conocer de cerca a muchas especies que normalmente son difíciles de ver en la naturaleza.
La reserva se organiza en recintos semiabiertos, terrarios y áreas controladas, donde es posible observar a los animales de cerca, sin perturbar su bienestar. Y fue allí donde tuvimos nuestro primer contacto con las especies más representativas de la fauna malgache como los camaleones, desde el diminuto Brookesia (uno de los reptiles más pequeños del mundo) hasta el gran Furcifer pardalis (camaleón pantera), famoso por sus colores vibrantes.
Los lémures son primates endémicos de Madagascar, es decir, no existen de forma natural en ningún otro lugar del mundo. Son uno de los grupos más antiguos de primates y se cree que llegaron a la isla hace unos 60 millones de años, evolucionando de forma aislada. Hay más de 100 especies, desde el diminuto lémur ratón hasta el Indri, que puede medir casi 1 metro. Algunos son diurnos, otros nocturnos; algunos viven en árboles, otros en el suelo. Principalmente comen fruta y vegetales, aunque algunos comen insectos, y viven en grupos comunicándose con sonidos, gestos y olores.
Muchos lémures están en peligro de extinción debido a la deforestación, la caza y la pérdida de hábitat. Son uno de los grupos de mamíferos más amenazados del planeta.
Las especies más conocidas son el Indri Indri que es el más grande, conocido por su canto potente, el lémur de cola anillada, muy social, famoso por su cola blanca y negra, el Sifaka, que se desplaza dando saltos verticales en el suelo, y el Aye-aye, de hábitos nocturnos, con un dedo largo para extraer insectos, y considerado misterioso por las culturas locales.
La Reserva de Peyrieras es una ventana privilegiada a la increíble microfauna de Madagascar, y complementa perfectamente un viaje más amplio por los parques nacionales. No sustituye la experiencia de ver animales en su hábitat natural, pero sí facilita el aprendizaje, la fotografía y la apreciación de estas especies únicas.
Es como un laboratorio viviente donde uno puede detenerse a contemplar los pequeños milagros evolutivos de la isla: ojos que se mueven de forma independiente, lenguas que se disparan a grandes velocidades y pieles que cambian de color con el humor o la temperatura.
Y seguimos nuestro camino.
En el este de Madagascar, donde la niebla mañanera envuelve los árboles como un velo antiguo, se extiende uno de los lugares más mágicos del continente africano: el Parque Nacional de Andasibe-Mantadia. Aquí, cada rincón respira vida, cada hoja susurra historias, y las llamadas de los lémures retumban como ecos de un pasado que se niega a desaparecer. Este parque se encuentra entre colinas densamente cubiertas de selva húmeda, a unos 150 km de Antananarivo. Lo que lo hace especial no es solo su biodiversidad, sino también su atmósfera envolvente: lluvias frecuentes, suelos ricos en humus, nieblas espesas al amanecer y una sinfonía constante de insectos, aves y primates. Es un lugar donde los sentidos están siempre alerta.
No hay una gran oferta hotelera en la zona, pero este mismo hecho nos permite disfrutar de lugares como el hotel Feon'ny Ala.
En las comunidades cercanas, el bosque no es solo naturaleza, es espíritu y mito. Los habitantes Betsimisaraka creen que algunos animales, como el Indri, son fady (tabúes sagrados), y deben ser respetados y protegidos. Esta creencia ancestral ha contribuido a su conservación, incluso antes de que existieran políticas oficiales de protección ambiental.
Algunos guías locales, además de enseñar sobre la fauna, comparten cuentos tradicionales sobre los árboles que hablan o los lémures que lloran por la pérdida de sus hermanos. Escuchar estas historias, mientras la selva crepita alrededor, es un recordatorio de que la conservación no es solo una cuestión científica, sino también espiritual. Las caminatas nocturnas revelan un mundo distinto: ojos brillantes entre la vegetación, sonidos nuevos y una sensación de estar en un universo paralelo.
Aunque los lémures son los protagonistas, el parque es un mosaico de vida, con reptiles camaleónicos que cambian de color a medida que avanza el día, ranas diminutas y fluorescentes, visibles durante las caminatas nocturnas con linternas tenues, aves endémicas de plumaje exótico, como el coua azul o el búho de Madagascar, una red invisible de hongos, líquenes y orquídeas que solo florecen después de la lluvia...Todo está entrelazado en un equilibrio delicado, donde cada criatura cumple un papel. El bosque no es solo un conjunto de árboles, sino un sistema complejo que respira, se adapta y se defiende.
Andasibe-Mantadia no es solo un lugar para ver animales exóticos. Es una lección viva sobre la interconexión de la vida, un laboratorio natural donde se observa cómo la evolución ha creado formas imposibles, colores inverosímiles y comportamientos únicos. Es también un recordatorio de lo que aún puede protegerse si se escucha —y se respeta— la voz del bosque.
Al día siguiente, aún dentro del parque nos dirigimos a la Reserva Especial de Analamazaotra.
Ubicada en el corazón húmedo del este de Madagascar, la reserva es mucho más que un bosque tropical: es un relicario viviente de especies únicas, un aula natural al aire libre, y un ejemplo del delicado equilibrio entre conservación y desarrollo comunitario. Al llegar, los sonidos del tráfico son reemplazados por un concierto de voces naturales, cantos de aves, el susurro del viento entre las hojas y, si tenemos suerte, el canto profundo y resonante del indri indri, como si la selva misma hablara.
Este lugar se encuentra en una zona de transición entre la llanura y la selva de montaña. Esa condición ecológica particular genera una diversidad biológica impresionante en una superficie relativamente pequeña (menos de 10 km²).La reserva es un tapiz de verdes imposibles. Árboles de corteza rugosa, orquídeas que parecen flotar en el aire, helechos que despliegan sus hojas como abanicos... Cada rincón guarda una historia evolutiva que no se repite en ningún otro lugar del planeta.
Aquí coexisten especies de plantas medicinales usadas por curanderos locales, y otras que apenas han comenzado a ser estudiadas por la ciencia. Algunas especies vegetales sólo se han encontrado dentro de los límites de la reserva, lo que convierte este sitio en una especie de "arca botánica". En la Reserva Especial de Analamazaotra, los lémures son los protagonistas absolutos. Este santuario natural es uno de los mejores lugares en todo Madagascar para ver lémures en estado salvaje, especialmente porque varios de ellos están acostumbrados a la presencia humana, lo que permite avistamientos relativamente fáciles.
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