sábado, 3 de diciembre de 2022

Canadá, una aventura de Costa a Costa. La Costa Este (III) Quebec (I)

 Llegamos a Quebec bien avanzada la tarde, por lo que decidimos hacer una pequeña toma de contacto con la ciudad.

Muy cerca de nuestro hotel se encontraba el edificio del Parlamento de Quebec, construido entre 1875 y 1886, en un evocador estilo neorrenacentista que recuerda los orígenes franceses de la ciudad. Su fachada, que mira a la Ciudad Vieja destaca sobre todo por estar salpicada de bustos y esculturas de personajes que fueron fundamentales en la creación no sólo de la urbe sino también de la nación.

Desde los pueblos aborígenes o Primeras Naciones , pasando por misioneros, exploradores, gobernadores y políticos, la fachada es como un libro que nos muestra el recorrido de Canadá a lo largo de su historia.

El bronce fue el material escogido para realizar las 26 esculturas que podemos dividir en tres tipos. Por un lado 18 que nos hablan del gobierno francés, por otro encontramos 4 que lo hacen del británico, y finalmente 2 representan valores fundamentales de la nación. Acompañándolas se encuentra el escudo de Quebec, con tres flores de lis que recuerdan su origen francés, el león coronado por sus lazos con Gran Bretaña, y una rama con tres hojas de arce que simboliza al Alto y Bajo Canadá.

De entre todas las esculturas destaca "Un alto en el bosque", dedicada a las Primeras Naciones, concretamente a la Confederación Abenaki, unión de varias tribus de raíz algonquina.

Frente a ella, en el suelo se halla la Terminal del kilómetro 0, inaugurada con motivo del sesenta aniversario del Ministerio de Transportes, en mayo de 1974.

Completa el catálogo la escultura en los jardines de Honoré Mecier, Primer Ministro de Canadá y presidente del Partido Liberal y Nacional de Quebec.

De las cuatro puertas que quedan en pie para acceder al Viejo Quebec, mi favorita es la de Saint-Jean. Al atravesarla entramos de lleno a la calle del mismo nombre, repleta de tiendas y restaurantes. 
La puerta forma parte del sistema de fortificaciones salpicada de torreones, baluartes y otras estructuras que protegían la ciudad. y que la han convertido en Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Las otras tres puertas, Kent, Saint-Louis y Prescott también merecen una visita, pero ésta tiene un encanto especial.
Por la noche los militares ingleses cerraban los accesos a la ciudad, algo que no gustaba a los ciudadanos porque perjudicaba al comercio y a la libre circulación, por lo que a su partida en 1871 las puertas fueron desmanteladas. La que hoy vemos data de una reconstrucción de 1939.

Esa misma noche, antes de retirarnos a descansar disfrutamos de una preciosa imagen del Château Frontenac iluminado.

Aunque estábamos a finales de septiembre, la ciudad ya se preparaba para la celebración de Halloween, eso si, con adornos en toda la ciudad de muy buen gusto.


Al día siguiente muy temprano realizamos una excursión de medio día que nos llevaría a varios puntos localizados al norte de la ciudad.
Empezamos por acercarnos a las Cataratas de Montmorency, localizadas a unos 13 km de Quebec.
Con una altura de 83 metros son 30 más altas que las de Niágara, aunque no tan anchas y conocidas.


Muy unida a la fundación de Quebec hace 400 años, Montmorency tiene una curiosa y fantasmagórica leyenda.
Durante la Guerra de los Siete Años entre franceses e ingleses, la bella Rose se había enamorado de un aguerrido soldado y su plan era casarse y llevar a feliz término su amor. En 1759, en la base de la catarata se encontraron ambos bandos y no tardó en estallar la batalla. La humedad del ambiente creado por el agua que se precipitaba desde lo alto humedeció la pólvora del ejército inglés y lo que prometía ser una lucha a distancia se resolvió en una breve pelea cuerpo a cuerpo a base de espadas y bayonetas. 
Los ingleses, viéndola perdida se retiraron, pero entre los muertos estaba el prometido de Rose.
La joven, como sucede en estos casos, perdió la razón y vagó durante meses por las cataratas, buscando a su desgraciado novio. Una noche se puso su vestido de novia y se lanzó desde lo alto, poniendo fin a su desdicha. 
Dicen que su voz puede aún escucharse, mezclada con el rugido de las cataratas.

Antes de abandonar el lugar, cruzamos el puente colgante para apreciar la fuerza y potencia de las aguas que van a dar al río San Lorenzo.


La siguiente parada sería el Canyon Sainte-Anne.
Esta espectacular reserva, abierta de mayo a octubre es un espectacular desfiladero de escarpadas paredes excavado por el río Sainte-Anne du Nord y localizado al este de Quebec.

Antes de comenzar el recorrido ofrecen la posibilidad de subir al AirCanyon, una tirolina para dos, que recorre una distancia de 400 metros a 50 kilómetros por hora a una altura de 90 metros y nos da una visión aérea de las profundidades del cañón.

El cañón es parte del llamado Escudo Canadiense, una formación rocosa que abarca Manitoba, Ontario y Quebec, con una edad de 1.200 millones de años. La materia que lo forma es pizarra blanca, un tipo de roca muy resistente a la erosión del agua.

Las dos glaciaciones que cubrieron el norte de América dieron la forma final al paisaje que vemos hoy.
El curso del río fue utilizado durante décadas por los madereros del siglo XX. 

Fue en 1965 cuando uno de ellos explicó a Jean-Marie Mc Nicoll cómo llegar hasta las cataratas a través del bosque. Dos años más tarde compraron los terrenos y en 1973 abrieron el espectacular terreno al público.



Desde el primer puente que cruza el cañón, llamado Mestachibo se tiene una primera panorámica del espectacular entorno. En el momento en que se abrió el lugar a los visitantes, éstos sólo podían ver el río desde un lado del mismo, así que se hizo necesario construir el puente un año después., lo que permitió ver las tranquilas aguas del río a un lado y la catarata a otro.

Las cataratas tienen 74 metros de altura, lo que las hacen 14 metros más altas que las de Niágara. El río que las alimenta tiene su nacimiento en los más de 30 lagos cuyas aguas recorren más de 90 kilómetros y desembocan en el río San Lorenzo. Su caudal es perfecto para varias especies de peces como la trucha o la anguila americana.


A lo largo de todo el recorrido hay paneles informativos que nos proporcionan valiosa información sobre la geografía, la naturaleza y la historia del cañón.


Por su parte, el puente Mc Nicoll se construyó en 1979, y lleva el nombre de los hermanos que popularizaron el cañón. Está localizado a una altura de 60 metros y los que lo cruzan tienen una clara sensación de ligero balanceo.








Un poco más adelante nos sale al paso un sendero que desciende casi hasta el lecho del río gracias a 187 escalones y nos lleva a un tercer puente colgante, el Laurent y desde donde vemos el anterior, que parece flotar en el aire.
La bajada es fácil, pero dado que la subida es muy empinada y bastante vertical no la recomiendo a quien tenga movilidad reducida o algún problema de corazón o respiración.





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