miércoles, 21 de junio de 2023

Guatemala, corazón del mundo maya, (VIII) Rio Dulce

Localizado en el departamento de Izabal, el Río Dulce, con sus 43 kilómetros de largo une el lago Izabal con el mar Caribe.


En 1955 se convirtió en Parque Nacional, con un área protegida de unos 130 km² que abarca no sólo el río en sí mismo sino también gran parte de las tierras que lo bordean.


Es un ecosistema completo, hábitat de especies protegidas y en peligro de extinción como el manatí o el cocodrilo acutus.
También es lugar de residencia y reproducción de aves como pelícanos, patos, garzas y cormoranes.


La conocida como Isla de los pájaros es una parada obligada en el recorrido por el río, ya que es el lugar que concentra más individuos de estas especies.







Mas adelante, donde el río se remansa y calma sus aguas nos adentramos en unos canales donde se encuentra un grupo de palafitos rodeados por jardines de nenúfares.





El río, a partir de aquí, se estrecha para pasar entre gigantescas paredes de piedra caliza que llegan a alcanzar los 150 metros de altura, cubiertas de una exuberante vegetación.





Y en la desembocadura de Río Dulce se encuentra Livingston, la pequeña ciudad de los contrastes.
Antes de que llegaran los españoles en el siglo XVI, estas tierras estaban pobladas por los caribes.

Aquí se estableció un pequeño puerto comercial durante las primeras décadas de la ocupación española, pero los continuos ataques piratas hicieron que se trasladase río arriba, donde hoy se encuentra el castillo de San Felipe que luego veremos.

Abandonado durante siglos, entre 1802 y 1831, se fundó aquí un diminuto asentamiento al que fueron llegando africanos que lograron escapar de los barcos esclavistas naufragados y posteriormente los q'echi, indígenas mayas que huían del ejército durante la guerra civil.

El puerto se desarrolló hasta ser el más importante de la Guatemala oriental hasta que se creó Puerto Barrios a finales del XIX. Hoy su principal potencial es la agricultura, la ganadería, el aceite de palma y en menor medida, el turismo.

Pero si Livingston destaca por algo es por la comunidad garifuna, descendientes negros de los africanos apresados para ser vendidos a las plantaciones de algodón y azúcar. No son mayoría en cuanto a población, tan sólo un 9% de la misma, por lo que a menudo son discriminados en favor de otras etnias.

La costa que pertenece a Livingston tiene todos los ingredientes de los destinos caribeños que acostumbramos a ver.



De nuevo nos subimos a la barca motora y emprendemos el camino río arriba.

Hasta llegar al castillo de San Felipe de Lara.

Tal y como hablamos en nuestra visita a Livingston, cuando el rey Felipe II recibió las primeras noticias de los ataques a su puerto comercial, ordenó mover toda la actividad río arriba y construir una torre de defensa y observación para prevenir evitar la piratería. Esta torre, que hoy forma parte de la fortificación se construyó en 1573.

Aún así los ataques se incrementaron, ya que el río era una importante vía de transporte de las riquezas españolas obtenidas en el Nuevo Mundo. 
Para el siglo XVII, el castillo ya tenía el aspecto que vemos hoy, sirviendo de prisión durante décadas tras perder su función defensiva. Reconstruido completamente en 1955, hoy es una concurrida atracción turística más de Izabal.

Nuestro recorrido continúa hacia el norte por carretera, pasando por Sayaxché, donde en rudimentarios ferrys cruzamos el Río Pasión.

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