Como hemos visto, Laos es un país profundamente creyente, y por ello cuenta con miles de antiguos y hermosos tiempos repartidos por todo su territorio, como el de Wat Xieng Thong, el más importante de la ciudad de Luang Prabang.
El complejo religioso presenta muchas características que lo hacen único, diferente. Ya su mismo nombre nos evoca un misticismo evocador, "Templo de la Ciudad Dorada", que lo convirtió rápidamente en un símbolo de la fe budista y punto focal del respeto y las creencias del pueblo laosiano.
Bajo la sombrilla protectora de la familia real hasta 1975, sirvió como lugar de coronaciones de la monarquía y de celebración de casi todos los festivales anuales en honor a Buda y otros espíritus populares como el Pi Mai Lao, donde desfilan máscaras que simbolizan a los ancestros.
La superficie total es de unos 8.215 metros cuadrados y cerrada por un muro de ladrillo.
Llama la atención el colorido de los edificios, más de veinte, con vivos tonos de amarillo o rojo, que casi se conservan como fueron construidos, reflejando el genio de los artesanos laosianos, usando láminas de oro o tallas en madera.
En el siglo XX, se introdujo la técnica del mosaico de vidrio en los santuarios reales y uno de los ejemplos es el enorme árbol que cuenta con una leyenda mística y otra más terrenal.
El árbol, identificado como un acebuche, simboliza el despertar budista, por tanto, narra la leyenda del momento en que Buda alcanza la iluminación, por lo que tanto él como la estupa están representados en oro.
La segunda habla de dos ermitaños que buscaban un lugar donde establecer la capital del reino de Laos. Recorriendo el territorio encontraron un árbol que parecía estar en llamas, con lo que concluyeron que era la señal que necesitaban para fundar la ciudad alrededor de él.
Entre los edificios destaca una biblioteca, una torre del tambor y una sala de misiones. Situado en un terraplén sobre el río Mekong, los que venían a la ciudad por vía fluvial lo usaban como puerta de acceso a ella, al igual que por el río entraba el rey en vísperas de la coronación.
Al igual que en muchos edificios del país, los franceses fueron fundamentales en el mantenimiento y reconstrucción del templo, y en 1928, el rey consiguió que los galos se involucraran el coste de la restauración de este Wat.
Hoy, el lugar es fundamental para entender la estrecha relación entre la religión y el pueblo de Laos.
Por la tarde, subimos al monte Phousi.
Es necesario subir casi 300 escalones para llegar a la cima de este monte sagrado, donde se encuentra el pequeño Wat That Chomsi, mandado a construir en 1804 por el rey Anourouth.
El camino comienza al otro lado de la calle que nos ha llevado al Palacio Real, al pie de unas escaleras que nos van subiendo entre frondosos árboles, con estatuas y santuarios al aire libre que salpican nuestro recorrido.
Por supuesto que el lugar también tiene una leyenda, que cuenta que en este lugar existía un profundo pozo que llevaba al centro de la tierra, y que además escondía un inmenso tesoro.
Un monje, ayudado por habitantes de la ciudad bajó a comprobar si lo que se decía era cierto. Cuando el grupo que le ayudaba tuvo en sus manos el tesoro, selló el pozo, dejando sepultado en vida al monje.
Éste, en las profundidades del agujero luchó contra los guardianes del tesoro, usando sus amuletos mágicos y logró salir a la superficie.
Cuando el rey se enteró de lo sucedido, castigó a sus súbditos obligándolos a hacer sonar gongs, tambores y campanas cada tres horas, para impedir que los guardianes del tesoro volvieran a la tierra y molestaran a sus habitantes.
Leyendas aparte, todo visitante actual sube hasta la cima para ver el maravilloso atardecer que puede disfrutarse desde la terraza que precede a la estupa, desde donde podemos tener una vista de casi 360ª de la ciudad. Durante el festival que antes nombré, el Pimai, las mujeres suben por las escaleras con ofrendas de flores y las colocan como ofrenda a los pies de la estupa.
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