miércoles, 6 de julio de 2016

Las más hermosas islas del Caribe (VI) San Vicente y Granadinas, un archipiélago entre realidad y leyenda

San Vicente y las Granadinas es un lugar donde el Caribe se muestra en estado puro: montañoso y salvaje en la isla principal, delicado y cristalino en las islas menores. El corazón de este país es San Vicente, una tierra volcánica cubierta de jungla, donde las cascadas caen con fuerza desde las colinas y el imponente La Soufrière se eleva como un guardián de fuego y silencio. Kingstown, la capital, bulle entre mercados de frutas tropicales, iglesias coloniales y un puerto siempre animado. Pero lo que muchos no saben es que estas calles, estas playas y estas selvas fueron, durante un tiempo, el escenario de una de las sagas cinematográficas más famosas de nuestro tiempo: Piratas del Caribe.




En las costas de San Vicente, Hollywood encontró un decorado natural imposible de imitar. Fue aquí donde se rodaron escenas de la primera película, La maldición del Perla Negra, y también de otras entregas de la saga. Bahías tranquilas se transformaron en puertos piratas, playas vírgenes se convirtieron en islas malditas, y aldeas costeras fueron recreadas como escenarios de aventuras. El pequeño pueblo pesquero de Wallilabou Bay quedó inmortalizado como Port Royal, con sus muelles y tabernas improvisadas que parecían sacados directamente de un mapa del siglo XVII. Durante el rodaje, los lugareños se mezclaron con actores y técnicos, y todavía hoy muchos recuerdan las anécdotas de ver a Johnny Depp caminar entre las palmeras caracterizado como Jack Sparrow.



San Vicente es la isla donde la naturaleza manda, un territorio volcánico, exuberante y cargado de energía. Al recorrerla, se tiene la sensación de que cada rincón guarda una historia, desde sus montañas cubiertas de selva hasta sus playas oscuras, moldeadas por el fuego de su volcán.

Esa magia permanece: los decorados de madera aún se conservan en Wallilabou, y pasear por allí es como entrar en el mundo de la película. El mar es el mismo que brillaba en pantalla, el viento que agitaba las velas sigue soplando, y las rocas volcánicas de la costa parecen susurrar historias de barcos fantasmas y tesoros escondidos.










Más allá del cine, la esencia del archipiélago sigue siendo la misma que fascinó a los directores: una belleza natural indomable. En las Granadinas, cada isla es una promesa distinta. Bequia, marinera y acogedora, conserva el alma de los navegantes. Mustique, secreta y elegante, atrae a quienes buscan lujo y anonimato. Canouan y Mayreau ofrecen playas tan perfectas que parecen inventadas.



Más hacia el interior, los amantes de la naturaleza encuentran refugio en lugares como las cascadas de Dark View Falls, donde dos saltos de agua descienden entre la selva hasta formar piscinas naturales ideales para un baño refrescante.












San Vicente y las Granadinas es, al mismo tiempo, escenario de ficción y realidad vibrante. Es un lugar donde uno puede sentir la adrenalina de un barco pirata surcando la bahía, pero también el sosiego de un pueblo donde la vida transcurre lenta, al ritmo de las olas. El cine la convirtió en mito, pero quienes la visitan descubren que la verdadera magia no está en las cámaras, sino en la naturaleza intacta, en la calidez de su gente y en la manera en que cada rincón parece guardar una historia.

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