sábado, 2 de julio de 2016

Las más hermosas islas del Caribe(II): Mayreau, la joya oculta de las Granadinas

En medio del azul infinito del Caribe oriental, entre Union Island y Canouan, se encuentra Mayreau, la isla habitada más pequeña de las Granadinas. Con apenas un kilómetro y medio cuadrado de extensión y una comunidad que ronda los trescientos habitantes, Mayreau es un rincón donde el tiempo parece haberse detenido, un lugar que combina la serenidad de playas vírgenes con la calidez de un pueblo que ha sabido preservar su esencia.




Llegar hasta ella ya es parte de la experiencia. No tiene aeropuerto, así que solo es posible arribar por mar, en embarcaciones que zarpan desde islas cercanas o directamente desde San Vicente. El muelle de Saline Bay recibe a los visitantes con aguas tranquilas y una playa que invita a quedarse. Desde allí, una única carretera asciende por la colina hasta el pequeño pueblo de Old Wall, también conocido como Station Hill. Este recorrido, que a pie no toma más de una hora, atraviesa un paisaje sencillo pero encantador, con casas de colores, niños jugando en las calles y el olor a pescado fresco saliendo de alguna cocina local.



Pero si hay un lugar que captura el alma de Mayreau, es Salt Whistle Bay. Esta bahía de postal, con su estrecha lengua de arena blanca separando el mar abierto de una laguna tranquila, es uno de esos rincones que parecen irreales. Los veleros anclan cerca de la orilla y los visitantes pasan horas nadando, descansando bajo la sombra de las palmeras o simplemente contemplando cómo el sol se hunde lentamente en el horizonte.


La vida en Mayreau es sencilla y marcada por el mar. La pesca artesanal sigue siendo uno de los pilares de la economía, junto con un turismo selecto que busca experiencias auténticas, lejos de las multitudes. La isla celebra cada año la Mayreau Regatta, una fiesta en la que las embarcaciones compiten en el agua mientras en tierra hay música, gastronomía y un ambiente de comunidad difícil de olvidar. Comer en Mayreau es otra forma de sumergirse en su cultura: locales como Dennis’s Hideaway o Robert Righteous & De Youths ofrecen langosta recién pescada, curris aromáticos y platos que condensan todo el sabor caribeño.



En Mayreau no hay prisa. No hay grandes complejos turísticos, ni calles abarrotadas. Aquí la vida se mide por el ritmo de las olas y el vaivén de las velas en el horizonte. Es un lugar para desconectar, para sumergirse en un mar que parece pintado y para dejar que la brisa salada y el calor del sol se graben en la memoria. Porque Mayreau no es solo un destino: es una experiencia que se vive con los cinco sentidos y que, una vez conocida, siempre llama a regresar.



La más famosa de sus playas, como he dicho, es Salt Whistle Bay, que parece diseñada para una postal: una delgada franja de arena blanca y suave separa dos mares con personalidades distintas. De un lado, una bahía serena y cristalina donde los veleros descansan como si el tiempo no pasara; del otro, el mar abierto, más bravo y salpicado por la brisa constante. Aquí, las palmeras forman arcos naturales que proyectan sombras perfectas para leer, dormir o simplemente contemplar cómo la luz cambia el tono del agua a lo largo del día.




Al sur, Saline Bay recibe a la mayoría de los visitantes que llegan en barco. Es amplia, tranquila y abierta, con una arena clara que brilla bajo el sol del mediodía. A pesar de ser punto de entrada, mantiene una calma especial: el murmullo de las olas y algún que otro pescador preparando sus redes son la única banda sonora. Es ideal para nadar largas distancias, practicar paddleboard o simplemente caminar descalzo sintiendo cómo la arena húmeda cede bajo los pies.


Más allá de las rutas más transitadas se esconden rincones como Windward Bay, una playa salvaje y ventosa, protegida en parte por arrecifes que calman el oleaje. Aquí, la sensación es distinta: es un lugar para quienes buscan soledad y conexión con la naturaleza pura, donde a menudo se camina solo con las gaviotas como compañía. También están pequeñas calas secretas, algunas accesibles solo a pie o en kayak, que ofrecen privacidad total y la oportunidad de explorar fondos marinos llenos de vida, como en Mayreau Gardens, un paraíso para el snorkel con jardines de coral y peces tropicales de todos los colores.

En lo alto del pueblo se alza la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, una construcción de piedra que guarda no solo la fe de la comunidad, sino también una de las vistas más impresionantes del Caribe: desde su atrio se contemplan las islas vecinas y, en la distancia, el espectáculo natural del parque marino de Tobago Cays. Allí, a pocos minutos en barco, se despliega un paraíso submarino donde arrecifes de coral, peces tropicales y tortugas marinas conviven en aguas cristalinas.





Cada playa de Mayreau guarda un encanto diferente, pero todas comparten algo: el silencio roto solo por el mar, el cielo despejado, y la certeza de estar en un rincón del Caribe que aún se resiste a las prisas y las multitudes. Aquí, el lujo no se mide en servicios, sino en el privilegio de tener la arena, el mar y el horizonte casi para uno solo.




1 comentario:

  1. Mayreau y Cayos de Tobago que bonito. No habia soñado tanto y lo he tenido todo. Cayos de Tobago y alredores me dejo KO. Me gustaria volver allá algun dia.

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