miércoles, 6 de julio de 2016

Las más hermosas islas del Caribe (VII): Barbados, la joya coralina del Caribe ( Opción 1)

Barbados es distinta a muchas de sus vecinas caribeñas. No nació del fuego de un volcán, sino del lento ascenso de los corales y la piedra caliza desde el fondo del mar. Por eso su paisaje es más suave, menos abrupto, pero no menos cautivador: colinas onduladas cubiertas de caña de azúcar, playas de arena blanca que parecen polvo de nácar y un mar que cambia del turquesa brillante al azul profundo según se mire hacia el Caribe o el Atlántico.


Barbados fue bautizada con este nombre por los portugueses, al ver las raíces largas y aéreas de una planta de higuera autóctona que se asemejaban a una barba. La isla vibra con una mezcla fascinante de tradición británica y alma caribeña. Aquí, el cricket es casi una religión, el ron fluye como un símbolo de identidad, y las fiestas callejeras, especialmente durante el Crop Over Festival, convierten la isla en un estallido de música, color y alegría.


Colonia inglesa hasta 1966, sigue recibiendo aún a los súbditos de Isabel II con los brazos abiertos ya que suponen el grueso del turismo de la isla.
En el corazón de todo se encuentra Bridgetown, la capital, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO junto a su guarnición histórica. Esta ciudad es un mosaico de contrastes: calles animadas llenas de tiendas y mercados, puentes que cruzan el río Careenage —donde aún hoy atracan pequeñas embarcaciones—, y elegantes edificios coloniales que recuerdan los siglos de presencia británica. Pasear por Broad Street, la arteria principal, es sentir el pulso de una ciudad que, aunque moderna, conserva su alma histórica.


Su nombre hace honor a los numerosos puentes que unen sus barrios históricos, construidos por los esclavos de los que desciende el 90% de la población actual.





Barbados es, en definitiva, una isla que mezcla la calma de un paraíso tropical con la fuerza de su historia y su cultura. Bridgetown es el punto de partida de esta experiencia: una ciudad pequeña en tamaño, pero inmensa en carácter, donde el pasado colonial, la vida isleña y la modernidad caribeña se entrelazan para dar la bienvenida al viajero con una sonrisa y el inconfundible ritmo del Caribe.



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