viernes, 2 de septiembre de 2016

La costa italiana (II): Roma. Ostia Antica (I)

A pesar de los numerosos estudios realizados, los orígenes de Ostia resultan poco claros.  El historiador Livio  atribuye la fundación de la ciudad al cuarto rey de Roma, Anco Marcio, cuando la dominación romana se extendió hasta el mar y en la desembocadura del Tíber se fundó la ciudad.









Se trataba de una ciudadela, un asentamiento fortificado que controlaría el acceso a Roma a través del río. Las murallas de la fortificación formaban un rectángulo (de 194 por 126 m) con el lado más largo paralelo curso del río.






Se sabe que Ostia fue ocupada por Mario (que estaba a la cabeza del partido popular) en el año 87 a.C., durante las guerras civiles que asolaron Roma, pues en ella se habían refugiado los soldados de su acérrimo rival Sila (del partido oligárquico). Al poco tiempo Sila se rehízo y reconquistó y saqueó la ciudad.





Con Augusto, Ostia comenzó a renovarse en lo que a su edificación y aspecto monumental respecta. Si bien muchas de las obras de este período fueron reconstruidas con el tiempo, otras se mantienen como el Teatro y la Plaza de las Corporaciones. A mediados del siglo I d.C. Ostia alcanzó un notable desarrollo de tráfico portuario si bien, dada la escasa profundidad, los barcos tenían que anclar lejos de la costa y las mercancías debían transportarse en barcas de fondo plano. Quizá por este motivo el emperador Claudio, contra la opinión de los técnicos, decidió construir un nuevo asentamiento portuario llamado Portus unos 3 km al norte de la ciudad. Este asentamiento fue ampliado por el emperador Trajano y, con el tiempo, se transformó en la ciudad del litoral más importante desde el punto de vista comercial mientras que en Ostia se concentraron las oficinas, los organismos administrativos y los edificios de culto.





El decumano estaba flanqueado por pórticos con tiendas que ofrecían un recorrido cubierto. A lo largo de la calle, a través de unas rejillas, se entrevén los tubos de plomo de la cañería que llevaba el agua a la ciudad.

Bajo el emperador Adriano y su sucesor Antonino Pío Ostia alcanzó la cumbre de su prosperidad. Se reconstruyeron el barrio al norte del Foro y el que se encontraba alrededor del Cuartel de la Guardia Urbana, se edificaron las viviendas con jardín de la zona de la Puerta Marina y se crearon nuevos almacenes. 


Las Termas de Neptuno son obra de Adriano y fueron reestructuradas a fines del siglo II d.C. y en el siglo IV d.C. Alrededor de un gran patio rectangular con pórtico (la palestra), abren sus ambientes sobre tres de sus lados: por una parte el atrio con un magnífico mosaico que da el nombre al complejo (representa a Neptuno desnudo, empuñando un tridente, que conduce una cuadriga de hipocampos); las distintas piscinas en la sucesión romana típica (el frigidarium, el tepidarium y el caldarium). Del otro lado, a la izquierda del patio columnado, se encuentran los ambientes complementarios de las termas. Las piscinas del frigidarium están ubicadas lateralmente, mientras que en el centro hay un mosaico de grandes dimensiones con Nereidas (ninfas de mar), Tritones (divinidades marinas de cuerpo humano y cola de pez), serpientes marinas e hipocampos.



A través de la Vía Ostiense (la arteria que unía a Roma con Ostia) se realiza el acceso al núcleo urbano. Por motivos higiénicos, las necrópolis romanas estaban fuera de los centros poblados, a lo largo de los caminos principales. En Ostia se encuentran áreas de necrópolis a lo largo de la Vía Ostiense, de la Vía Laurentina y de la Vía Severiana en dirección a Portus.

El área del teatro fue una de las primeras excavadas, puesto que las ruinas de este edificio emergían del nivel del terreno (su apariencia actual se debe a una reconstrucción arqueológica terminada en 1940). El  anillo exterior de ladrillos es nuevo, mientras que son originales, de la época de Augusto (fines del siglo I a.C.), los tabiques del sostén de la cavea, entre los cuales se habían construido los locales de unas tiendas que daban al porticado exterior y unas escaleras para subir a las plantas superiores, cubiertas con bóvedas de cañón. En efecto, la característica del teatro romano era que se podía entrar en él pasando por debajo de la gradería de los espectadores, al contrario de lo que sucedía en el teatro griego, cuya cavea se apoyaba sobre una colina.



Tomando el corredor central se llega al interior del teatro (en la bóveda aún quedan restos de elegantes decoraciones de estuco que sugieren un ambiente rico y refinado). La cavea se ve completa, con gradas de toba, sin embargo esto responde a otra reconstrucción hecha en 1942 para permitir que la estructura acogiera espectáculos. En ese tiempo el teatro comprendía dos órdenes de gradas y en él cabían unos 2.500 espectadores. Bajo Cómodo sufrió unas ampliaciones y luego, con Septimio Severo y Caracalla (fines del siglo II d.C. y principios del III d.C.) se agregó otro orden a la cavea y una galería alta, aumentando su capacidad a 4.000 espectadores.






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