domingo, 4 de septiembre de 2016

La costa italiana (IV) Livorno ( Monterosso al Mare Y Vernazza)

En esta escala llegamos a Livorno. Normalmente, quien atraca en esta ciudad marítima aprovecha para visitar Florencia y Pisa, pero nosotros nos decidimos por otra opción, las Cinque Terre. Es imposible visitar estos cinco pueblitos costeros en una sola jornada, así que nos decidimos por sólo dos y dejar para otra ocasión los restantes.

Empezamos nuestra visita por el precioso Monterosso, un enclave idílico que parece esconderse en un rincón desde 1056 y que es el más grande de los cinco. Sus callejuelas nos invitan a recorrer cada esquina y descubrir lugares como la Iglesia de San Juan Bautista, o el castillo de los Fieschi, en la colina de los Capuchinos, llamada así porque en su cima existe también un monasterio de esta orden.


Dividiendo el pueblo en dos, por un lado la parte antigua y conservadora, y por otro la moderna, con alojamientos y restaurantes, podemos encontrar la Torre Aurora, edificada para prevenir y defender la costa de ataques piratas y de otras repúblicas italianas.




Decenas de tiendas de recuerdos donde comprar un objeto que nos recuerde nuestra visita, tiendas gourmet, en las que degustaremos los limoncellos hechos a partir de los famosos limones de la riviera de las Cinque Terre, o aceite, pesto y como no, el vinodi "Schiacchetrá", salen a nuestro paso mientras disfrutamos de la visita.


Pequeñas iglesias salen a nuestro encuentro...



Mientras andamos por el paseo marítimo...



Pasamos por la ya citada Torre Aurora.



Luego, tomando un camino por el acantilado visitamos la Iglesia de San Francisco, adjunta al monasterio de los Capuchinos.


La abadía y la iglesia se encuentran en la colina de San Cristoforo, que divide la parte antigua de Monterosso de la nueva de Fegina. Su construcción empezó en 1619 y sufrió períodos difíciles, como la persecución de los frailes con Napoleón en 1810. El edificio fue transformado en un hospital y luego en almacén, hasta que en 1894 Don Giuseppe Policardi, clérigo de Monterosso, compró la estructura, la restauró y la donó a los Frailes Capuchinos.


La iglesia dedicada a San Francisco es mucho más evocadora. Tiene un pasillo rodeado de altares de madera. Dentro nos encontramos con la pintura de la Crucifixión, atribuido a Van Dick, una tela de San Girolamo penitente del Cambiaso y una Madonna de los Ángeles de Oldoino Multedo del 1896. A la derecha de la iglesia se encuentran las ruinas del antiguo castillo, que ahora son el cementerio.


Y de allí nos fuimos a otro pueblo, subiendo y bajando montañas y valles...

Dejamos el coche aparcado mucho antes de la entrada del pueblo porque estaba cerrada, luego descubrimos que todo se debía al desastre que sufrió el año pasado.
La avalancha sepultó todo desde la colina hacia abajo, golpeando los restaurantes, bares, negocios, sus elegantes tiendas e incluso la iglesia. Todavía hay partes sin reparar por lo difícil de la orografía.

Vernazza fue fundada alrededor del año 1000. Su nombre deriva de "Gens Vulnetia", antigua familia romana a la que pertenecieron los esclavos que, una vez liberados, fundaron el pueblo. En un tiempo el pueblo más próspero de las Cinco Tierras, Vernazza conserva preciosos elementos arquitectónicos como logias, soportales y portales. El casco antiguo, noble y elegante, se desarrolla a lo largo del arroyo Vernazzola, ahora cubierto, enrocándose sobre las laderas de una espuela rocosa. Recorrida por empinadas y estrechas callejuelas que bajan hacia la calle principal, Vernazza está punteada por construcciones defensivas, casas torre, el Torreón y el castillo de los Doria, símbolo de la importancia económica tenido en la antigüedad y protegida por los Genoveses contra los sarracenos y las invasiones bárbaras.






Construida en 1318 en estilo gótico-ligurio por los Maestri Antelami, la iglesia de Santa Margherita de Antiochia se levanta sobre un preexistente edificio del siglo XI. Fue erigida sobre una roca, frente al mar, con un impresionante campanario de 40 metros adornado por una cúpula puntiaguda. Tiene tres naves y se amplió en los siglos XVI y XVII.










Según la tradición, la iglesia fue construida al encontrarse en la playa una caja de madera con los huesos de un dedo de la mano de Santa Margarita. Sin embargo, los habitantes decidieron construir la iglesia en el barrio de Isolotto y una fuerte tormenta la destruyó y la reliquia se perdió. Tiempo después, apareció de nuevo en el punto de origen y de la población entonces erigió una nueva iglesia, donde se puede admirar hoy.

Por sus características inimitables ha estado catalogado entre los pueblos más bellos de la Liguria.





Hacía un poco de mal tiempo, como podemos apreciar en las fotos.



La verdad es que me hubiera quedado un día o un par, en el pueblito...



Pero decidimos volver a Livorno y ver algo allí, ya que las carreteras estaban en peor estado de lo que imaginábamos y las distancias que había visto en Google no se correspondían con la realidad.
Livorno es la primera parada a la hora de visitar la región; se trata de uno de los puertos más importantes de Italia y sede de la Academia Naval.
La ciudad aún conserva el encanto y el orden dado por los Médici entre los siglos XVI y XVII: la construcción de muros pentagonales circundados por canales navegables, las fortalezas características por su color rojo, entre las cuales destaca la Fortaleza Vecchia, obra de Antonio de Sangallo, o el Duomo y la Via Grande con sus pórticos.



La catedral es la de San Francisco de Livorno. Ubicada en la Piazza Grande, el centro de la ciudad pentagonal deseada por los Medici en el siglo XVI.









De camino al barco pasamos por Los Cuatro Moros.
El monumento está constituido por cuatro "moros" amarrados con cadenas de bronce en la base de un pedestal alto, sobre el cual está la estatua de Ferdinando I. El Granduca se representa con el uniforme de la orden de los caballeros de Santo Stefano, la institución militar fundada para luchar contra los otomanos y los piratas en el mar Mediterráneo. Los cuatro moros constituyen la parte más importante del trabajo: las torsiones acentuadas y los muecas del dolor representan la condición del encarcelamiento de los reos, con gran realismo y elegancia.




Y nos volvimos al barco, dejando atrás el el encanto de los pueblos italianos.

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