miércoles, 2 de noviembre de 2016

Bella Italia.Roma (II)

 Nuestra siguiente visita será el Coliseo, del que debo decir, que aunque he visitado Roma en varias ocasiones, jamás he visto su interior, ya que las largas colas en la entrada me han disuadido de ello.

¿Qué podemos decir de este magnífico edificio que ya no sepamos todos? Muy poco. Pero no está mal repasar algunos datos.
Es sin duda uno de los símbolos de Roma desde la Antigüedad, concretamente desde su edificación en el 72 d.C. Su nombre proviene de una gigantesca estatua de Nerón que se alzaba junto a él, ya que estaban ambos en los terrenos del palacio del emperador, la Domus Aurea.

Daba cabida a 50.000 espectadores sentados a tres alturas, dependiendo de su rango, y su inauguración duró 100 días con sus noches, y en el que murieron más de 5.000 animales traídos desde todos los rincones del imperio.

Aunque lo que vemos ahora es puramente el esqueleto del edificio, en sus orígenes estuvo recubierto de fino mármol travertino, y decenas de estatuas de dioses y emperadores.

El coliseo no sólo era lugar de lucha de los gladiadores, sacrificio de cristianos y juegos circenses, sino que en ocasiones se llenaba de agua y era escenario de magníficas batallas navales.

Tal y como vimos en el Foro, el Coliseo fue objeto de pillaje para extraer el precioso mármol y la piedra de calidad que lo formaban para construir palacios y casas de ricos en toda la ciudad, hasta que en el siglo XVIII el papa convirtió el recinto en iglesia.
Se dice que mientras el Coliseo permanezca en pie, Roma existirá, desde que se desplome lo mismo le pasará a Roma, y tras Roma vendrá la destrucción del mundo. Así que más vale que dure unos años más...


Bien temprano nos acercamos ala Monte Capitolino, que alberga hoy en día el ayuntamiento de la ciudad de Roma y los Museos Capitolinos.


Desde la época romana, el monte Capitolino ha sido la más importante de las siete colinas que conformaban Roma, por haber sido el punto exacto donde se fundó la urbe eterna.

Su núcleo es la Plaza del Campidoglio, elegante espacio diseñado por Miguel Ángel en 1538 y escoltada por tres palacios: el Nuovo, el de los Conservatori y el Senatorio.

En su centro, la estatua ecuestre de Marco Aurelio, salvada de la fundición en la Edad Media por creerse que era el emperador Constantino, parece dar muestra del enorme poder de la ciudad de Roma. Aunque ésta es una copia.
La verdadera la encontramos dentro del Palacio Nuevo, protegida de la contaminación, la erosión y los excrementos de paloma que amenazaban con desfigurarla.


En el mismo edificio encontramos numerosa estatuaria romana, con bustos de emperadores,  filósofos, poetas y políticos, escenas de guerra y dioses paganos y todo un catálogo de hermosa obra en piedra de la época Imperial.





En el Palacio de los Conservadores vemos varias piezas conservadas de una colosal estatua de Constantino que en su origen estaba en el Foro Romano.


Dentro nos damos de bruces con el exquisito Spinario, una estatua en bronce de siglo I a.C. que representa a un niño sacándose una espina del pie...

... y la obligada e imperdible Loba Capitolina, que es etrusca, no romana, que amamanta a un Rómulo y un Remo añadidos en el siglo XVI.

Para terminar la visita caminamos hacia el Apartamento de los Conservadores...

...para disfrutar de frescos como el magnífico que ilustra la Batalla entre los Horacios y Curiacios, en el Aula Grande.

Y nos vamos a visitar uno de los monumentos mejor conservados de la Antigua Roma, el Panteón.

Edificado hace dos milenios, muy poco, o casi nada ha cambiado en la elegante estructura del edificio y quizá sea la mejor manera de hacerse una idea de la imagen que debía presentar la roma de hace dos mil años.

Su nombre se debe a que está dedicado a todos los dioses- pan (todos) theos (dioses) con la idea de que hubiera un lugar único de culto en el centro de la urbe.

Dentro, lo primero que llama la atención es el enorme óculo de 9 metros localizado en el centro de la bóveda. Ésta alcanza los 43,3 metros de altura y es la mayor jamás construida, mientras que el óculo permite la entrada de luz y agua, simbolizando la unión de los dioses con los hombres.

Abandonado por los primeros emperadores cristianos, que lo consideraron un lugar de culto pagano, fue regalado por la ciudad al papa Bonifacio IV, que lo transformó en un templo dedicado a la Virgen y los Santos Mártires. Gracias a este hecho, se salvó del expolio y el derrumbe que sufrieron otros edificios y enclaves de Roma. Bueno, en parte, ya que las doradas tejas de bronce que cubrían el techo y que restaban tras el expolio que hizo el emperador bizantino Constante II, fueron arrancadas por Bernini para utilizarlas en el baldaquino de San Pedro que vimos anteriormente.

Actualmente lugar de descanso de personalidades como el rey Victor Manuel II...

... o el genial pintor, arquitecto y escultor Rafael.

Se dice que Miguel Ángel admiraba tanto la cúpula que se negó a que la de San Pedro la superara en anchura, por lo que la redujo dos metros con respecto a la del Panteón, como muestra de respeto y por haber sido "diseñada por los ángeles".
Fuera, la Piazza della Rotonda, mercado de pescado en tiempos pasados, constituye uno de los rincones más animados de la ciudad, con el obelisco de Ramses II como centro de todo ese movimiento que la ha abarrotado a lo largo de los siglos.

Seguimos la ruta acercándonos hasta San Juan de Letrán.
Ésta basílica fue el primer templo cristiano construido en Roma, aunque evidentemente no tuvo siempre el aspecto que vemos ahora. Al haber sido renovada y ampliada en multitud de ocasiones a lo largo de su historia, presenta una mezcla muy atractiva de estilos y formas artísticas.

Durante mil años, y hasta que la sede papal fue reubicada en el Vaticano en el siglo XIV, fue el centro del mundo cristiano. En el interior, dividido en 5 naves, encontramos preciosos mosaicos que datan de la época medieval.



Llama nuestra atención las enormes estatuas de los Apóstoles encastradas en los nichos que se encuentran en las paredes.


Para cerrar la visita nada mejor que la Escalera Santa. La tradición de fe cuenta que Santa Elena, madre del emperador Constantino, desmontó e hizo traer a Roma la escalera que Jesús subió para presentarse ante Pilatos. Compuesta por 28 escalones de puro mármol blanco, la devoción manda subirla de rodillas mientras se reza el rosario.

Nos vamos a otro punto indispensable de la Ciudad Eterna, la Piazza Navona.
Rodeada de palacios barrocos, este espacio que siempre está lleno de turistas que se acercan a admirar las maravillosas fuentes que son protagonistas indiscutibles de la plaza, o de romanos, que simplemente pasan por allí de camino a otro rincón de la ciudad, debe ser visitado sin excusas por cualquier viajero que llegue a Roma.

Aunque en un principio el terreno fue ocupado por un estadio de considerables proporciones, con la caída del Imperio se transformó en el principal mercado de la ciudad hasta que el papa Inocencio VIII la pavimentó para poder celebrar desfiles, torneos, fiestas y funerales, así como para convertirse en el lugar favorito de los romanos para pasear.

Sin duda la estrella de la plaza es la Fontana dei Quattro Fiumi (de los Cuatro Ríos), ubicada en el centro de la plaza y obra maestra del omnipresente Bernini.

Representa los cuatro ríos principales de los continentes conocidos hasta entonces: el Nilo con los ojos vendados por desconocerse sus orígenes (África), el Ganges con un remo en la mano por ser navegable (Asia), el Danubio que mira al escudo papal por ser su mecenas (Europa) y el Río de la Plata rodeado de monedas por la riqueza del Nuevo Mundo ( América).


En un extremo de la plaza encontramos otra pequeña fuente, en esta ocasión representando a Neptuno luchando contra un monstruo marino, rodeado de ninfas y de época más reciente..

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